Desde la tribuna del IV Coloquio Patria en la Universidad de La Habana, Lis Cuesta Peraza, esposa del gobernante Miguel Díaz-Canel y funcionaria del Ministerio de Cultura, compartió sus reflexiones sobre los retos que enfrenta la mujer cubana en la actualidad.
En una entrevista concedida al medio oficialista Alma Plus TV, Cuesta abordó temas como el machismo, la conciliación entre familia y trabajo, y el papel de la mujer dentro del aparato institucional cubano. Con un tono que intentaba ser cercano, reconoció que, a pesar de décadas de políticas gubernamentales dirigidas a la equidad de género, las cubanas siguen cargando con la mayor parte del peso familiar.
“Ser mujer y dirigir, y al mismo tiempo ocuparse de la familia, sigue siendo un reto”, declaró Cuesta, enfatizando que aunque existan hombres que apoyen el avance femenino, las mujeres siguen llevando la mayor responsabilidad en el hogar.
Uno de los momentos más personales de la entrevista llegó cuando habló de su infancia y de su padre, un militar retirado al que describió como «machista» en casa, a pesar de que en el ámbito público lo catalogaban como un defensor de la igualdad. «Un día me enteré por la televisión que mi padre no era machista. Lo estaban elogiando. Yo me quedé en una pieza, porque en la casa lo era», contó Cuesta, resaltando la contradicción entre el discurso oficial y la realidad dentro del hogar.
Aun así, la funcionaria no dudó en exaltar los logros de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), asegurando que, aunque «quedan muchas batallas por ganar», el camino recorrido ha sido significativo. Como parte de su narrativa de ascenso dentro del sistema, recordó sus inicios como maestra en Holguín hasta su posición actual, encargándose de eventos culturales y gastronómicos, algunos con resultados cuestionables, como el fallido Festival San Remo.
En su intento por mostrarse como una mujer sencilla, Cuesta pasó por alto ciertos privilegios, como el hecho de que pudo trasladar a toda su familia a La Habana, algo impensable para el cubano de a pie. Tampoco mencionó las dificultades cotidianas que enfrentan millones de mujeres en la Isla, aquellas que, sin acceso a lujos ni comodidades, resisten los apagones, las carencias de alimentos y medicinas, y el caos del transporte.
“Nos viene bien resistir y avanzar”, repitió varias veces durante la conversación, alineándose con el discurso de Díaz-Canel sobre la «resistencia creativa». Un mensaje que, para muchas mujeres en Cuba, suena vacío cuando la realidad es que no tienen otra opción que resistir, sin que se vislumbre un avance real en sus condiciones de vida.
Pero el mensaje de Cuesta Peraza también reflejó el enfoque del feminismo oficialista: una narrativa que reivindica el papel de la mujer sin cuestionar el sistema que perpetúa las desigualdades. Mientras tanto, las voces críticas e independientes son silenciadas y criminalizadas, y el espacio para debatir de manera honesta sobre el rol femenino en Cuba sigue siendo mínimo.
Desde su posición de privilegio, Cuesta habla de «resistir y avanzar», pero lo hace desde la comodidad de una vida sin apagones, con transporte asegurado y acceso a centros médicos privados. Mientras tanto, la mujer cubana de a pie sigue cocinando con leña y viendo cómo la lucha diaria por la supervivencia le deja poco margen para pensar en un futuro mejor.
Y así, mientras en la cúpula del poder se repiten las consignas de «avanzamos y les duele», en las calles de Cuba el verdadero dolor lo llevan aquellas que, sin lujos ni discursos, sostienen al país con su sacrificio diario.