La carretera más temida de Cuba fue escenario hoy de una heroicidad. El ómnibus #1246 de la ruta Maisí-La Habana se quedó sin frenos en pleno viaducto La Farola, ese trayecto de infarto con curvas que quitan el sueño hasta al más valiente. Pero gracias a la sangre fría del chofer Luis Antonio Rodríguez Griñán, lo que pudo ser una tragedia se convirtió en una historia de supervivencia.
El susto comenzó en el tramo conocido como Veguita, cuando el vehículo perdió el control. Imagínense: un bus cargado de pasajeros, bajando por pendientes pronunciadas sin poder detenerse. Pero Luis Antonio, con una calma que parece de película, logró mantener la estabilidad del vehículo por más de un kilómetro, esquivando curvas como si fuera un piloto de rally.
Un final feliz (y milagroso)
El milagro se completó cuando el bus finalmente se detuvo sin volcar, sin chocar y – lo más importante – sin un solo lesionado. Los pasajeros, aunque con los nervios de punta, pudieron continuar su viaje a La Habana después de que las autoridades organizaran el trasbordo a otra unidad.
«Esto no fue suerte, fue pura habilidad», comentaba uno de los viajeros, todavía con la voz temblorosa. Y es que La Farola no perdona errores: con sus precipicios y curvas cerradas, este accidente pudo terminar en las peores noticias.
La Farola: Un camino que pone a prueba a los mejores
Para quienes no conocen este tramo, La Farola es como una montaña rusa sin frenos de emergencia. Considerada una de las rutas más peligrosas de Cuba, hoy demostró por qué los choferes que la recorren necesitan tener nervios de acero.
Luis Antonio Rodríguez Griñán no solo manejó un bus: manejó el miedo, la física y el destino de decenas de personas. Y lo hizo con una maestría que merece más que un aplauso.