La cosa está que arde en redes sociales después de que Artex, la cadena de tiendas culturales cubanas, pusiera a la venta protectores de espejo retrovisor con la bandera nacional. Lo que debería ser un souvenir inofensivo para turistas se convirtió en polémica nacional, con cubanos dentro y fuera de la isla echando chispas.
¿Qué pasó?
Todo empezó cuando la diseñadora Beatriz Alonso publicó en Facebook las fotos del polémico producto. «Me han pedido mil veces usar la ‘imagen Cuba’ en diseños, y me he negado… ¿Y ahora esto?», cuestionó. El protector, hecho con tela de bandera, se vende en tiendas de zonas turísticas, pero muchos lo ven como una falta de respeto al símbolo patrio.
«Nuestra bandera es para honrarla, no para limpiarle el polvo al espejo de un carro», comentó un usuario. Otros recordaron que en Cuba hay gente presa por usarla en performances o protestas, mientras el Estado la convierte en mercancía.
Redes sociales: ¿Doble moral o negocio turístico?
Los comentarios no se hicieron esperar:
- «Terrible e ilegal», dijeron algunos, citando la ley que protege los símbolos patrios.
- «Así estamos: al cubano no se le deja tenerla, pero el gobierno la vende como trapo», criticó otro.
- «Después de lo del Capitolio, nada me sorprende», soltaron con ironía, recordando el controvertido evento oficial donde se usó la bandera como decoración.
Lo más grave: mientras ciudadanos comunes son multados o arrestados por manipular la bandera en contextos no autorizados, Artex la comercializa en un objeto que se ensucia, se lava y se desgasta. ¿Dónde quedó el respeto?
La gran contradicción
La Ley de Símbolos Nacionales cubana es clara: prohíbe su uso en prendas, objetos de consumo y cualquier contexto que «menoscabe su dignidad». Pero al parecer, cuando el negocio es del Estado, las reglas son otras.
Mientras, el Ministerio de Cultura y Artex guardan silencio, sin explicar por qué un símbolo sagrado para muchos termina como accesorio de auto.
Moraleja: ¿Patria o mercado?
Esta polémica va más allá de un simple souvenir. Es un reflejo de las contradicciones de un sistema que controla hasta el último detalle de la vida pública, pero flexibiliza las reglas cuando hay dinero de por medio.
¿Tú qué opinas? ¿Es solo un producto turístico sin mala intención, o una falta de respeto a la bandera? ¡Déjanos tu comentario!