El régimen cubano, a través de su maquinaria mediática, ha vuelto a desviar la atención sobre un problema que salta a la vista en las calles de la isla: el aumento de personas sin hogar. En un reportaje titulado “Acciones para prevenir conductas deambulantes en Cuba”, emitido por Canal Caribe, se señala a las adicciones como el principal culpable, evitando mencionar las raíces estructurales de la crisis y el fracaso del Estado para enfrentarla.
¿Qué dice el reportaje?
La periodista oficialista Talia González reconoce que las imágenes de mendigos en las calles son “dolorosas y preocupantes”. Sin embargo, a medida que avanza el reportaje, la responsabilidad se desvía de la crisis económica –que apenas se menciona de pasada– hacia decisiones individuales y problemas familiares.
La doctora Miriam Brito, directora del Hospital Psiquiátrico de La Habana, apunta a tres causas principales: ancianos abandonados por familiares que emigran, cubanos que pierden todo tras intentos fallidos de salir del país, y personas que terminan en la calle por adicciones. Una narrativa que, aunque cómoda para el régimen, no ofrece soluciones reales.
El Estado admite su incapacidad
Belkis Delgado, directora de Prevención Social, admitió lo que todos los cubanos ya saben: no existe un trabajo intersectorial eficaz. El gobierno no ha logrado reinsertar a estas personas en la vida profesional, devolverlas a sus familias o proteger a los ancianos dependientes.
Aunque no se ofrecen cifras exactas, el fenómeno es imposible de ignorar. Cada vez más jóvenes y mujeres son vistos mendigando en las calles de una isla que el régimen sigue vendiendo como un paraíso socialista.
¿Represión como solución?
El reportaje cierra recordando las leyes que multan a quienes deambulan o obligan a otros a hacerlo, como si la represión fuese la solución. Pero la realidad es que el Estado no tiene recursos para atender a todos. La crisis económica, la inflación galopante, los salarios miserables, la falta de medicinas y alimentos, el éxodo masivo y la exclusión social son problemas que el régimen prefiere ignorar, culpando a las drogas en lugar de reconocer su propio colapso.