Mientras en Cuba la crisis económica sigue golpeando fuerte, con precios disparados y una escasez que no da tregua, el primer ministro Manuel Marrero Cruz ha decidido embarcarse en un viaje oficial a la República del Congo. Pero lo que realmente ha causado indignación es que, por primera vez en un evento de este tipo, su esposa lo acompaña, como si se tratara de la Primera Dama de un país en el que, oficialmente, esa figura no existe.
Marrero y su esposa aterrizaron en la noche del lunes en el Aeropuerto Internacional Maya-Maya de Brazzaville, la capital congoleña, en un vuelo de Air France, una aerolínea nada barata para los bolsillos cubanos. A su llegada, fueron recibidos con honores por el primer ministro del Congo, Anatole Collinet Makosso, quien, casualmente, también tenía a su esposa a su lado. La escena protocolar incluyó flores y una recepción en el salón VIP del aeropuerto antes de que la comitiva cubana se dirigiera al Hotel Tours Jumelles, un lujoso alojamiento en Mpila.
Este viaje forma parte de la histórica relación entre Cuba y el Congo, basada en acuerdos de cooperación en salud, educación y formación militar. Durante décadas, el gobierno cubano ha enviado médicos y especialistas al país africano, y en esta ocasión, Marrero llegó con la intención de reforzar esos lazos. Su agenda incluye encuentros con altos funcionarios del gobierno congoleño, un homenaje al expresidente Marien Ngouabi y una cena oficial en su honor, entre otros eventos.
Sin embargo, lo que más ha dado de qué hablar no es la agenda del primer ministro, sino la presencia de su esposa. En una Cuba donde la población enfrenta apagones, desabastecimiento y un costo de vida insoportable, muchos se preguntan con qué justificación se ha destinado dinero del Estado para incluir en la delegación a alguien sin ningún peso político ni función gubernamental. Hasta ahora, los líderes cubanos habían mantenido cierto recato en estos asuntos. Durante décadas, Fidel Castro evitó exponer su vida personal y nunca dio a su pareja un rol político. Ni siquiera en tiempos más recientes se había visto algo similar con otros altos dirigentes.
Esta movida ha levantado sospechas de que el gobierno cubano está tratando de adoptar un modelo de liderazgo más presidencialista, donde la imagen de una supuesta Primera Dama se haga presente en los viajes oficiales, al estilo de países con democracias formales. Pero en Cuba, donde el discurso oficial insiste en la austeridad y el sacrificio, esto no es más que otra burla al pueblo. Mientras los cubanos hacen colas eternas para comprar comida y sobreviven con salarios miserables, los altos funcionarios del régimen disfrutan de giras internacionales con familiares incluidos, financiadas con dinero que bien podría utilizarse para aliviar la crisis que asfixia a la Isla.
Lo que queda claro con este viaje es que, lejos de preocuparse por las necesidades de los cubanos, los dirigentes continúan beneficiándose del poder, dándose lujos y normalizando prácticas que hasta hace poco hubieran sido impensables. En un país donde el pueblo se las ingenia cada día para subsistir, resulta insultante ver cómo los que gobiernan encuentran siempre la manera de vivir a costa de los sacrificios de los demás.