Durante la VI Conferencia Nacional de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, el general Raúl Castro lanzó una frase que ha dado de qué hablar: «¡Estoy joven todavía! ¿Alguien tiene alguna duda?». Un grito que, más que una afirmación de vitalidad, parece una declaración de intenciones: seguir atornillado al poder, aunque sea desde la sombra.
La obsesión con la perpetuidad
A sus casi 94 años, el exmandatario, quien alguna vez fue solo «el hermano de Fidel», sigue aferrado al control del país, aunque haya delegado el trono a Miguel Díaz-Canel. Su intervención en el evento no es casualidad: es un intento más de reafirmar su influencia y la continuidad del castrismo, el sistema político que ha dominado Cuba por más de seis décadas.
El mensaje, transmitido por el Noticiero Nacional de Televisión, deja claro que su retiro es más un formalismo que una realidad. La «continuidad» no es solo un eslogan del actual gobierno, sino una estrategia bien orquestada para mantener el control de la isla en manos de la misma cúpula de poder.
De segundón a dueño del trono
Raúl Castro siempre fue el hombre en la sombra, hasta que en 2006, la enfermedad de Fidel lo llevó al poder. En 2008, tomó formalmente las riendas del país y se vendió como un reformista. Sin embargo, sus cambios fueron cosméticos y no resolvieron la crisis estructural de Cuba. Su mayor «logro» fue el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Estados Unidos bajo la administración de Barack Obama.
Pero ese acercamiento no duró mucho. Con la llegada de Donald Trump y el fin de la «era de los apretones de manos», el régimen volvió a su estrategia habitual: represión, censura y alianzas con regímenes afines como Rusia y China.
El vaso de leche que nunca llegó
Si hay una promesa que marcó su mandato, fue la de «un vaso de leche para todos». Anunciada en 2007, esta declaración se convirtió en un símbolo del fracaso de su gestión. No solo no hubo leche para todos, sino que la escasez de alimentos y productos básicos se ha agravado con el paso de los años.
Hoy, la economía cubana sigue dependiendo de las remesas y de un sistema productivo ineficiente, mientras la pobreza y la desigualdad se profundizan. La crisis de Venezuela y la guerra de Rusia han afectado las pocas fuentes de apoyo que le quedan al régimen.
Díaz-Canel, el delfín bajo control
En 2018, Raúl cedió la presidencia a Miguel Díaz-Canel en un traspaso de poder calculado al milímetro. A pesar del intento del nuevo mandatario por proyectar una imagen renovada, su gestión ha sido una continuación del castrismo más rancio.
Raúl mantuvo la dirección del Partido Comunista hasta 2021, cuando anunció su retiro definitivo. Pero su presencia en eventos clave demuestra que el verdadero poder sigue en sus manos, con su familia dominando la economía a través de GAESA y su nieto, Raúl Guillermo Rodríguez Castro, alias «El Cangrejo», cuidándole la espalda.
La «juventud» política como estrategia de inmortalidad
Cuando Raúl Castro grita que sigue joven, no solo desafía al tiempo, sino que envía un mensaje: el castrismo no ha muerto y no piensa desaparecer. A lo largo de su vida, ha demostrado una gran habilidad para sobrevivir a los cambios, siempre asegurando que el control permanezca en la misma cúpula de poder.
Sin embargo, la Cuba de hoy no es la de hace veinte años. La crisis económica es peor, la emigración ha alcanzado niveles históricos y las protestas han roto el miedo de muchos ciudadanos. Raúl puede proclamar su «juventud», pero el modelo que representa está al borde del colapso.
Un legado de control absoluto
La aparición de Raúl Castro en la conferencia y su desafiante declaración son símbolos de un régimen que se niega a soltar el poder. Pero la realidad es que su «juventud» es solo un espejismo. La crisis que atraviesa el país, el desencanto de la población y la falta de soluciones reales demuestran que su tiempo está llegando a su fin.
Por ahora, la estrategia del castrismo sigue siendo la misma de siempre: represión, propaganda y control absoluto. Pero la pregunta no es si Raúl sigue joven, sino si el régimen que representa podrá sobrevivir a su desaparición.