Hubo un tiempo en que el restaurante Lai Lai no era solo un sitio donde comer en Varadero; era un verdadero ícono, un punto de referencia para turistas y locales en busca de buena comida china, un ambiente acogedor y una experiencia memorable. Hoy, sin embargo, el Lai Lai yace en el olvido, víctima del abandono y el deterioro, como tantos otros rincones emblemáticos de Cuba.
Ubicado en un edificio que en su día albergó el Club Bancario, el Lai Lai vivió varias transformaciones antes de convertirse en el restaurante de comida china más famoso de la península. Con su arquitectura de piedra y mármol y su vista privilegiada frente al mar, era un sitio que combinaba elegancia y tradición. Durante los años 70 y 80, su ranchón de playa era el lugar perfecto para disfrutar de una cerveza bien fría con amigos, mientras que en su salón principal se servían generosas porciones de platos tradicionales chinos, mariscos frescos y opciones vegetarianas que conquistaban hasta los paladares más exigentes.
Los que tuvieron el placer de visitarlo aún recuerdan con nostalgia la calidad del servicio y el inconfundible sabor de su comida. Figuras como Ramiro Núñez, uno de sus fundadores y chef estrella, o empleados legendarios como Avelino y Cheo, siguen vivos en la memoria de quienes convirtieron este restaurante en parte de sus historias y momentos especiales.
Pero el tiempo, la desidia y la falta de mantenimiento hicieron de las suyas. El Lai Lai, aquel símbolo de calidad y buen gusto, fue cayendo poco a poco en la decadencia hasta que, finalmente, cerró sus puertas. Algunos ven en su desaparición una oportunidad para nuevas construcciones, pero para muchos es otra pieza de la historia de Varadero que se pierde entre ruinas y escombros. Como tantas joyas arquitectónicas y gastronómicas de Cuba, el Lai Lai se convirtió en un eco de lo que fue, en un susurro de tiempos mejores que aún resuena en la memoria de quienes lo disfrutaron.
Quizás algún día alguien decida rescatar ese pedazo de historia, tal vez un nuevo Lai Lai renazca y le devuelva a Varadero un poco de su antiguo esplendor. Pero hasta que eso ocurra, lo único que queda es la nostalgia por aquellos platos exquisitos, la atmósfera única y la magia de un lugar que marcó a toda una generación.