Mientras el régimen cubano inaugura con bombos y platillos la vigésimo quinta edición del Festival del Habano, empresarios y coleccionistas de más de 70 países se dan cita en La Habana para celebrar el “lujo auténtico” del tabaco cubano. Sin embargo, para los ciudadanos de a pie, la realidad es muy distinta. Este evento, que se extiende hasta el 28 de febrero, pone en evidencia la doble cara de la economía cubana: por un lado, el tabaco premium como embajador global; por el otro, una población que lucha por acceder a productos básicos.
El tabaco de exportación vs. el tabaco del cubano
En el Palacio de Convenciones de La Habana, el festival despliega todo su glamour: conferencias sobre tradición e innovación, subastas de humidores que alcanzan cifras millonarias y cenas exclusivas. Mientras tanto, en las calles, los habaneros hacen colas interminables para comprar cigarros de pésima calidad, ya sea a través de la canasta familiar normada o en el mercado negro, donde los precios son astronómicos.
Recientes reportes indican que una caja de H. Upmann, una de las marcas más accesibles, puede costar hasta 1,500 pesos en el mercado informal. Esto contrasta brutalmente con el salario mínimo en la isla, que ronda los 2,100 CUP. La paradoja es evidente: mientras el tabaco cubano se vende como un producto de lujo en el extranjero, los consumidores locales apenas pueden acceder a él.
Prioridades del régimen: Exportaciones sobre necesidades locales
La empresa estatal Tabacuba, cuyo presidente es el polémico ‘Zar de las Reformas’, Marino Murillo, es la encargada de la producción de tabaco, priorizando las exportaciones y la imagen internacional del producto. Las autoridades defienden esta lógica como necesaria para captar divisas, aunque el manejo de estos ingresos sigue siendo opaco. Mientras tanto, la producción nacional de cigarros para el consumo local ha caído en picada, dejando a los cubanos con opciones limitadas y precios exorbitantes.
Crisis energética y eventos de lujo
La celebración del Festival del Habano ocurre en un contexto de crisis energética que mantiene a Cuba sumida en constantes apagones, algunos de hasta 20 horas diarias en provincias como Camagüey y Holguín. A esto se suma la escasez de productos básicos y una inflación galopante que hace casi imposible la subsistencia para muchos.
A pesar de esto, el régimen sigue apostando por eventos de este tipo para atraer inversión extranjera. La contradicción no pasa desapercibida: la misma isla donde muchos trabajadores apenas pueden costear sus necesidades básicas se convierte, por unos días, en el epicentro de una industria de lujo, destinada exclusivamente a quienes pueden pagar sus elevados precios.
¿Dónde están las ganancias?
En 2024, Habanos S.A. reportó ventas por 721 millones de euros. Sin embargo, estas ganancias no se traducen en mejoras para la población. Los hospitales siguen en condiciones precarias, los apagones son cada vez más frecuentes y la inflación sigue golpeando los bolsillos de los cubanos.