En los últimos años, la inseguridad en las calles de Cuba ha ido en aumento, dejando a muchas familias en un estado de constante preocupación. Lo que antes se consideraba un país relativamente seguro, hoy enfrenta una ola de delincuencia que parece no tener freno. Un reciente testimonio de una madre cubana en Facebook ha puesto en evidencia esta alarmante realidad, y nos obliga a reflexionar sobre el futuro de nuestros niños en un entorno cada vez más hostil.
El relato que conmueve a una nación
La denuncia de esta madre es desgarradora: su hijo, un estudiante de secundaria, fue asaltado a plena luz del día mientras se dirigía a la escuela Alejandro Herrera. El joven fue abordado por delincuentes que le robaron la mochila y tiraron sus libros al suelo. Afortunadamente, no hubo lesiones físicas, pero el trauma emocional y la sensación de vulnerabilidad quedaron latentes. «Hoy fue la mochila, mañana qué será», se pregunta la madre, con un tono de desesperación que resuena en miles de hogares cubanos.
Este caso no es aislado. En los últimos meses, se han multiplicado los reportes de robos, asaltos y actos de violencia en las calles de Cuba, incluso en horarios y lugares que antes se consideraban seguros. Las escuelas, que deberían ser espacios de protección y aprendizaje, se han convertido en puntos de preocupación para los padres, quienes temen por la integridad de sus hijos cada vez que salen de casa.
La delincuencia: Un problema que crece sin control
La situación de inseguridad en Cuba no es un fenómeno nuevo, pero su escalada en los últimos años es alarmante. Factores como la crisis económica, el desempleo y la falta de oportunidades han empujado a muchos a recurrir a la delincuencia como medio de supervivencia. Sin embargo, esto no justifica el impacto que estas acciones tienen en la sociedad, especialmente en los más vulnerables: los niños y adolescentes.
Las calles, antes transitadas con cierta tranquilidad, ahora son escenario de robos, peleas y actos de violencia. La falta de una presencia policial efectiva y de medidas preventivas ha permitido que la delincuencia se propague sin control. Los ciudadanos se sienten desprotegidos, y casos como el del joven estudiante asaltado son una muestra clara de que nadie está exento de ser víctima de estos actos.