Mientras la mayoría de los cubanos lidia con la escasez de alimentos y los precios por las nubes, hay un rincón en la isla donde la comida abunda sin restricciones. Hablamos de los lujosos hoteles para turistas en los cayos, como el Gran Muthu Imperial en Cayo Guillermo, donde las mesas rebosan de manjares y los visitantes disfrutan sin preocupaciones.
Una turista canadiense, Debbie Schetagne, se hospedó recientemente en este hotel 5 estrellas y quedó maravillada con la oferta gastronómica. En su perfil de Facebook, compartió fotos de la impresionante variedad de platos que degustó durante su estadía.
«¿Alguien se pregunta sobre la escasez de comida…? ¡¡AQUÍ NO!!», escribió junto a las imágenes, dejando claro que al menos en su experiencia, la crisis no existía.
Las fotos hablan por sí solas: carnes en diferentes preparaciones, pescados y mariscos, pollo, pavo, sushi, arroces, frutas frescas, quesos… un auténtico banquete digno de un resort de lujo.
Pero mientras los turistas disfrutan este «paraíso gastronómico», la realidad fuera de los hoteles es muy distinta. En el resto del país, la gente pasa horas en colas para conseguir productos básicos o simplemente se acuesta sin cenar.
En la sección de comentarios, otro turista, de origen portugués-canadiense, minimizó las críticas sobre la situación en Cuba y recomendó a otros visitantes no hacer caso a las opiniones negativas.
Turismo en caída libre
A pesar de estas imágenes de opulencia, el sector turístico en Cuba no está pasando por su mejor momento. De hecho, en 2024 solo llegaron 2,2 millones de turistas, un 9,6 % menos que el año anterior, y la cifra más baja en dos décadas.
La crisis económica, la escasez de combustible y las restricciones de viaje impuestas por EE.UU. han golpeado fuertemente la industria. Además, el gobierno ha reconocido problemas como la falta de conectividad aérea, impagos a proveedores y la falta de personal en los hoteles, debido al éxodo masivo de cubanos en los últimos años.
Dos Cubas, dos realidades
Las imágenes del Hotel Gran Muthu Imperial dejan en evidencia una Cuba de contrastes. Por un lado, los turistas disfrutan de lujos y buffets interminables. Por otro, los cubanos de a pie luchan cada día para poner un plato en la mesa.
Mientras el gobierno sigue apostando por el turismo como motor económico, la pregunta sigue en el aire: ¿quién realmente se beneficia de esta industria?