La reciente medida del Consejo de Administración Provincial de Camagüey de topar el precio de la libra de arroz a 155 pesos cubanos ha encendido la chispa de un nuevo conflicto. Como resultado, muchos puestos de venta en el mercado de Hatibonico cerraron sus puertas, debido a la negativa de los representantes de las cooperativas a vender el producto a ese precio.
Mientras tanto, en el mercado negro, la libra de arroz se cotiza a unos 250 pesos, una diferencia abismal que ha dejado a la población sin acceso a este alimento básico, aunque la mercancía exista. La frustración se siente en las calles: el arroz está, pero no para quienes lo necesitan.
El administrador del mercado de Hatibonico, Rolando Canto Cabrera, informó que citarán a los responsables de los puntos de venta cerrados para evaluar la situación junto a los jefes de las cooperativas y verificar si realmente hay inventario. Además, advirtió que podrían aplicarse sanciones a quienes se nieguen a vender al precio establecido.
La reacción ha sido inmediata. Inspectores provinciales patrullan el mercado, intentando imponer el tope de precio, pero los vendedores, lejos de ceder, optan por guardar la mercancía. El resultado: estantes vacíos y un pueblo que exige la reapertura de los puntos de venta, porque «en el mercado hay arroz«, gritan los consumidores.
La pregunta que flota en el aire es inevitable: ¿Qué está pasando con el arroz en Cuba?
La crisis del arroz se ha agudizado en los últimos meses. En Matanzas, por ejemplo, las familias solo recibieron dos libras de arroz tras un atraso de dos meses en la distribución de la canasta básica. Esta escasez prolongada afecta gravemente la alimentación de los cubanos, que dependen del cereal para el sustento diario.
El problema va más allá de la distribución. Un campesino cubano denunció recientemente que el gobierno paga el arroz a precios extremadamente bajos, desmotivando la producción y creando un desbalance entre la oferta y la demanda. Sin insumos suficientes y con el alto costo de la vida en el campo, mantener la producción se vuelve una misión imposible.
El impacto en la mesa de las familias es devastador. En algunas regiones, la cuota mensual se ha reducido a solo dos libras de arroz y 10 onzas de chícharos, una cantidad insuficiente que empuja a muchos a buscar en el mercado informal, donde los precios se disparan fuera del alcance del ciudadano promedio.
Esta crisis no solo habla de arroz; habla de la lucha diaria de los cubanos por poner un plato de comida en la mesa. Y mientras las autoridades insisten en los precios topados, el pueblo siente cada vez más el peso de la inflación, la escasez y la desesperanza. Porque en Cuba, el arroz no es solo comida: es vida.