Parece que los vientos políticos soplan diferente en La Habana. A pesar de años de denunciar a Donald Trump como el verdugo de la llamada «revolución cubana», ahora el discurso oficial da un giro inesperado: «Cuba no era ni es una prioridad para Trump», según la subdirectora general de la Dirección de Estados Unidos del MINREX, Johana Tablada de la Torre.
Este sorprendente cambio de narrativa choca frontalmente con la línea que ha mantenido el gobierno cubano, responsabilizando a las «más de 240 medidas» del republicano por la grave crisis económica que atraviesa la isla. Pero ahora, según Tablada, el verdadero motor de esas políticas no fue Trump, sino los políticos cubanoamericanos que lo rodean.
El dedo apunta a Miami, no a Washington
En sus redes sociales, Tablada cargó contra los cubanoamericanos que, según ella, lograron imponer su «obsesión enfermiza» contra La Habana durante el primer mandato de Trump.
“Menos la ruptura de las relaciones diplomáticas y el bloqueo naval a Cuba, que propusieron mil veces, casi todo lo demás lograron sacárselo al gobierno de Trump, para quien Cuba no era ni es una prioridad”, aseguró la funcionaria.
Este comentario deja entrever un intento de suavizar el tono hacia el expresidente, mientras se redirige la culpa hacia el llamado «grupo mafioso» del exilio cubano en Florida. Una estrategia que, a todas luces, parece tener un objetivo: mantener abierta la posibilidad de un acercamiento futuro, especialmente si Trump regresa a la Casa Blanca.
El giro discursivo: pragmatismo o desesperación?
Este cambio de postura llama la atención por varias razones. Durante el gobierno de Trump (2017-2021), se aplicaron más de 240 sanciones que endurecieron el embargo contra Cuba, incluyendo la reincorporación de la isla a la lista de Estados patrocinadores del terrorismo. Sin embargo, ahora se insinúa que estas medidas no eran realmente una prioridad para el magnate, sino el resultado de presiones externas.
Pero este argumento pasa por alto dos puntos clave:
- La relación estrecha de Trump con la comunidad cubanoamericana, particularmente en Florida, donde el expresidente pasa gran parte del año y donde el tema Cuba es un punto caliente de la política local.
- La personalidad de Trump, conocida por su resistencia a ser manipulado. Si algo ha demostrado el exmandatario es que sus decisiones, especialmente en política exterior, las toma según su propia visión, y no por presiones de asesores o lobbies.
Cuba en la mira, aunque lo nieguen
Aunque el MINREX intente presentar a Cuba como un asunto menor en la agenda de Trump, los hechos cuentan otra historia. La política hacia la isla fue un eje importante de su estrategia para consolidar el voto cubanoamericano, y parece improbable que esto cambie en un posible segundo mandato.
La afirmación de que «Cuba no era ni es una prioridad para Trump» suena más a una estrategia para evitar enfrentamientos directos con el republicano, mientras se mantiene el enfoque en los «halcones» del exilio cubano. En medio de un complejo escenario geopolítico internacional, La Habana parece estar jugando una carta pragmática: dorarle la píldora a Trump, esperando que en un futuro más propicio puedan negociar un alivio que, como ha ocurrido en las últimas seis décadas, termine beneficiando a la dictadura.
Sueños húmedos y pesadillas políticas
En el Palacio de la Revolución, los nervios están a flor de piel. Saben que en la impredecible era Trump, cualquier movimiento en falso puede tener consecuencias desastrosas. Mientras tanto, la estrategia parece clara: evitar a toda costa enemistarse directamente con el magnate y esperar que, como en su primer mandato, surjan conflictos entre él y su propio equipo, dejando fuera de juego a los «halcones» cubanoamericanos.
El tiempo dirá si esta nueva postura del régimen cubano es una jugada astuta o simplemente otro intento desesperado por ganar tiempo. Pero lo cierto es que, con Trump en el horizonte político, La Habana está apostando a dos bandas: mantener el poder a toda costa, mientras sueñan con un alivio que nunca termina de llegar.