Si hace unos años alguien hubiera dicho que el reparto—ese género musical que el gobierno cubano tachaba de vulgar—sería defendido en un debate oficial, nadie lo habría creído. Y mucho menos que Lis Cuesta, esposa de Miguel Díaz-Canel, sería una de sus promotoras. Pero Cuba es un país donde la realidad siempre supera la ficción.
En un giro inesperado, Cuesta, quien también funge como «directora de eventos» del Ministerio de Cultura, participó en un foro organizado por la revista Temas titulado «Reparto y polémica social». Su intervención no solo sorprendió, sino que dejó al descubierto las contradicciones de un régimen que hasta hace poco despreciaba este género y ahora lo abraza sin pudor.
De enemigo cultural a bandera oficial
Lis Cuesta, con su estilo peculiar y lenguaje desenfadado, lanzó declaraciones que hace unos años hubieran sido impensables en boca de un funcionario del régimen:
“El reparto surge de lo mejor de nuestra cultura de resistencia, aunque también refleja un vacío en la oferta musical que los jóvenes desean consumir”, expresó.
Además, señaló la hipocresía de las instituciones culturales cubanas, que ignoraron el reparto durante años y ahora parecen aceptarlo. Incluso llegó a cuestionar las políticas culturales del gobierno de su esposo, admitiendo la falta de estrategias para integrar este fenómeno musical en la esfera oficial.
Del rechazo absoluto al oportunismo político
Para entender el cinismo del régimen, basta recordar que en 2012, el diario oficialista Granma publicó artículos condenando la “vulgaridad” en la música urbana. Se amenazó con regular y censurar estos ritmos para evitar su impacto en los jóvenes.
Pero en 2024, la historia es diferente. El reparto es la banda sonora de la juventud cubana, y el gobierno, en su intento desesperado de reconectar con una población descontenta, ha decidido incluirlo en su discurso. Claro, no por amor al arte, sino por conveniencia política.
La reacción inmediata del régimen tras el asesinato de El Taiger lo deja claro. Sabiendo que el pueblo se unió en torno a la figura del reguetonero, Díaz-Canel y compañía cambiaron de estrategia para atraer a la enorme base de seguidores del reparto.
Lis Cuesta: de “mangó” a repartera oficial
Lis Cuesta se ha hecho notar en los últimos años por su estilo peculiar en redes sociales. Es famosa por llamar «mangó» a Díaz-Canel y por sus videos bailando en eventos oficiales. Su presencia en fiestas privadas—como la boda de la hija de Juan Almeida Bosque en 2018—ha demostrado que disfruta el espectáculo tanto como el poder.
Ahora, verla participando en debates sobre el reparto parece más una estrategia de marketing político que un genuino interés cultural. Mientras el régimen intenta lavar su imagen con discursos progresistas, la censura y represión contra artistas no alineados con el oficialismo siguen intactas.
¿El futuro? Un Díaz-Canel haciendo twerking
Si seguimos esta línea, no sería extraño ver en el próximo acto oficial a Díaz-Canel en el escenario con “Pa la pinga”, mientras Lis Cuesta hace twerking con “Marca mandarina”.
El régimen cubano ha demostrado que está dispuesto a contradecirse y adaptarse si eso le ayuda a mantenerse en el poder. El reparto, antes vilipendiado, ahora se convierte en una herramienta más dentro de su maquinaria propagandística.
Pero el pueblo no es tonto. Puede que Lis Cuesta juegue a ser repartera, pero los cubanos saben que la verdadera revolución cultural sigue naciendo en la calle, no en los despachos oficiales. 🎶🔥