La noche del pasado 27 de enero, la tradicional Marcha de las Antorchas volvió a recorrer las calles de La Habana como homenaje al natalicio de José Martí. Sin embargo, este evento, que históricamente buscaba resaltar ideales patrióticos, se ha convertido en un reflejo de las contradicciones y estrategias del régimen encabezado por Raúl Castro y Miguel Díaz-Canel.
Un incentivo con wifi gratuito: ¿patriotismo o estrategia?
Según reportó el medio independiente La Tijera, este año el gobierno ofreció acceso gratuito a internet como gancho para atraer a los participantes. En un país donde la conectividad sigue siendo un lujo debido a sus altos costos, la oferta resultó irresistible para muchos jóvenes, quienes aprovecharon la oportunidad para conectarse mientras participaban en el evento.
El panorama es paradójico: miles de estudiantes, con teléfonos enviados desde el extranjero y sostenidos económicamente por familiares en el exilio, marcharon coreando consignas en contra de Estados Unidos, país que, indirectamente, financia su acceso a recursos a través de remesas y recargas.
El chantaje detrás de la participación
Para muchos cubanos, la asistencia a estos eventos no es más que el resultado de presiones y chantajes. Las amenazas de perder trabajos privilegiados en sectores como el turismo o las tiendas MLC, o incluso el acceso a estudios, son herramientas habituales utilizadas por el gobierno para garantizar la presencia masiva en estas convocatorias. Ya sea el wifi gratis o el miedo al castigo, la asistencia a marchas como esta refleja más coerción que genuino apoyo.
El contraste entre la élite y el pueblo
Mientras el pueblo enfrenta una profunda crisis económica, marcada por la escasez de alimentos, medicinas y servicios básicos, la élite gubernamental aparece en eventos como este mostrando una imagen de comodidad y privilegio. Figuras como Raúl Castro y Miguel Díaz-Canel estuvieron presentes, acompañados de aliados internacionales como Frei Betto y Manolo de los Santos, quienes habitualmente respaldan el discurso oficial.
Este contraste entre las consignas de la revolución y la realidad cotidiana de los cubanos deja al descubierto una evidente desconexión. Mientras unos luchan por sobrevivir, otros se aferran a una narrativa desgastada que ya no convence a la mayoría.