Yaris Brito, una mujer cubana de 48 años, llegó a México hace tres años con la intención de comenzar una nueva vida junto a su pareja mexicana. Sin embargo, desde agosto de 2024 ha enfrentado un tortuoso camino en su intento por regularizar su situación migratoria, sin obtener aún una respuesta definitiva.
Un amor que cruzó fronteras
La historia de Yaris comenzó en Cuba, donde conoció a Rafael, su actual pareja. Tras enfrentarse a una difícil situación personal y familiar en su país natal, decidió mudarse a México con un permiso de turista. Aunque inicialmente su visita era temporal, la decisión de quedarse junto a Rafael la llevó a buscar su residencia permanente.
«Nunca pensé que fuera tan complicado regularizar mi situación legal en México«, confesó Yaris mientras hacía fila en la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR), ubicada en Naucalpan, Estado de México.
Cinco días de espera y sin avanzar en la fila
La experiencia en las oficinas de la COMAR ha sido agotadora para Yaris. Durante cinco días consecutivos ha intentado obtener atención, formando filas desde la madrugada. «Llego en la madrugada para checar mi turno, porque si no respetan el lugar, hay que volver a empezar», relató.
Desde que inició su trámite en agosto, ha visitado diversas instancias, incluyendo Migración y la Embajada de Cuba, sin obtener soluciones concretas. Por recomendación, acudió a la COMAR con la esperanza de lograr algún avance en su caso.
Una fila que refleja historias de todo el continente
En la espera, Yaris ha compartido espacio con migrantes de Venezuela, Honduras, Colombia, El Salvador y, por supuesto, otros cubanos. Muchos buscan el reconocimiento como refugiados en México, tras escapar de situaciones extremas en sus países de origen.
Uno de ellos es Jesús, un hombre de 56 años proveniente de Camagüey, Cuba. Él y un grupo de 10 compatriotas llegaron a México con la esperanza de cruzar a Estados Unidos, pero los cambios en las políticas migratorias y el cierre de fronteras los dejaron varados.
«No era nuestra intención quedarnos en México, pero no podemos regresar a Cuba. Venimos huyendo del régimen y ya no hay manera de volver», explicó Jesús.
México, un refugio con desafíos
Aunque los migrantes coinciden en que no han sufrido violaciones a sus derechos humanos en México, sí perciben una falta de apoyo por parte de las instituciones. Jesús señala que las oficinas de la COMAR deberían estar mejor preparadas para atender el flujo masivo de personas.
«Necesitamos sentir el respaldo de las instituciones. No somos personas que hayamos hecho algo malo en nuestros países», enfatizó, añadiendo que los largos tiempos de espera y la desorganización en las filas son un problema constante.
Un entorno complicado
Las oficinas de la COMAR en Naucalpan, ubicadas en una zona considerada insegura, añaden un nivel extra de estrés para los migrantes. «Aquí ni policía hay; es un área donde hay mucha gente mala», comentó Jesús.
Además, se han denunciado abusos en las filas, como la venta de turnos por parte de personas que apartan lugares para luego revenderlos a los migrantes por precios que oscilan entre 50 y 100 dólares.
Una esperanza en medio del caos
A pesar de las dificultades, Yaris y otros migrantes mantienen la esperanza de obtener una solución a sus trámites. Su historia es solo una de miles que reflejan las complejidades del sistema migratorio en México, pero también la resiliencia de quienes buscan un futuro mejor lejos de casa.
¿Qué podemos aprender de estas historias? Más que cifras y estadísticas, la migración está llena de rostros y voces que merecen ser escuchados. Yaris y Jesús son un recordatorio de las luchas y sueños que cruzan fronteras en busca de nuevas oportunidades.