La historia de Adel de la Torre Hernández es tan impresionante como indignante. Este joven cubano, quien trabajó incansablemente como rescatista tras la trágica explosión del hotel Saratoga en La Habana, fue condenado a siete años de prisión por supuestamente participar en las protestas del 11 de julio (11J). Ahora, finalmente ha sido excarcelado, pero las secuelas de su tiempo en prisión continúan marcándolo.
Una liberación que llegó demasiado tarde
La activista Salomé García Bacallao fue quien confirmó la excarcelación de Adel, compartiendo una foto de su salida de prisión. Sin embargo, esta liberación no borra el sufrimiento que el joven ha soportado. Adel, quien padece esquizofrenia paranoide, estuvo al borde del suicidio varias veces durante su tiempo en la cárcel, y ni siquiera su frágil salud mental logró ablandar al régimen para otorgarle una licencia extrapenal a tiempo.
El calvario de un rescatista
Adel no solo luchó contra las secuelas de su enfermedad en prisión. Tras ser arrestado el 11 de julio cerca de la Virgen del Camino, fue conducido al centro de detención «Jóvenes del Cotorro». Allí, pasó siete días en desaparición forzada y luego fue trasladado a otra prisión, donde recibió golpizas brutales y contrajo COVID-19. Su madre, Anayl Hernández Collado, denunció que los guardias lo golpeaban para forzarlo a admitir crímenes que no cometió.
Un juicio lleno de injusticias
En septiembre de 2022, Adel enfrentó un juicio en el que, pese a su evidente vulnerabilidad, fue condenado. Aunque inicialmente le permitieron esperar en casa bajo fianza, en octubre de ese mismo año fue enviado nuevamente a prisión, revocándole su libertad condicional. Lo más irónico de su caso es que, mientras el régimen lo trataba como un criminal, este joven había salvado vidas como paramédico, incluso durante los devastadores hechos del Saratoga.
El día de su reclusión final
El momento más impactante de su historia fue su arresto final, el 17 de octubre de 2022, en el Tribunal Municipal de Arroyo Naranjo. Cuando fue a recoger su veredicto, lo esperaba un carro policial que lo llevó esposado como si fuera un criminal peligroso. Su madre recuerda con dolor cómo no le permitieron acercarse para despedirse de él.
La esperanza de un nuevo comienzo
Hoy, Adel está fuera de la prisión, pero las cicatrices emocionales y físicas que le dejó su experiencia son profundas. Su historia es un recordatorio de las injusticias que enfrentan muchos cubanos y del precio que pagan quienes, como él, luchan por un país mejor.
