El régimen cubano guarda silencio una semana después de las explosiones ocurridas en la Unidad Militar de las FAR en Melones, municipio Rafael Freyre, Holguín. Mientras tanto, la tragedia, que dejó 13 desaparecidos, mayormente jóvenes cumpliendo el Servicio Militar Obligatorio (SMO), genera una ola de indignación entre familiares y ciudadanos.
Una tragedia marcada por el hermetismo
Según las primeras versiones oficiales, las explosiones ocurrieron en un almacén de material bélico. Sin embargo, las autoridades advirtieron que acceder al lugar era peligroso debido al riesgo de detonaciones secundarias. Desde entonces, las labores de rescate no han comenzado.
En una breve nota publicada el 10 de enero, el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (MINFAR) aseguró estar en contacto con los allegados, pero no ofreció detalles sobre los avances en la investigación ni sobre posibles intentos de rescate. La falta de información ha dejado a los familiares sumidos en la incertidumbre y el dolor.
Familias desesperadas
Entre los desaparecidos se encuentra Héctor Adrián Batista Zayas, un joven de 20 años residente en el barrio La Pedrona, en Mayarí. Su madre, devastada por la noticia, tuvo que ser ingresada en terapia, según vecinos.
“No es fácil entregar a tu hijo al Estado para el Servicio Militar y que te digan que desapareció así sin más. Ni cuerpo hay para velarlo”, expresó un amigo cercano.
Como Héctor Adrián, otros ocho jóvenes, sin preparación adecuada, estaban asignados a tareas en túneles subterráneos donde presuntamente se manipulaba material bélico, lo que plantea serias dudas sobre las condiciones de seguridad en las que trabajaban.
¿Negligencia o encubrimiento?
Familiares y residentes de la zona han denunciado negligencia en el manejo de materiales peligrosos. Testimonios e imágenes compartidas en redes sociales muestran llamas de color naranja, lo que podría indicar la presencia de sustancias químicas.
El MINFAR declaró que solo accederían al área “cuando las condiciones lo permitan” y que ya se había autorizado el retorno de los evacuados tras evaluar que no existía peligro inmediato. Estas declaraciones no han sido suficientes para calmar la creciente indignación entre los familiares, que exigen acciones concretas para localizar a los desaparecidos.
Críticas en redes sociales
La tragedia ha desatado una ola de críticas en plataformas independientes como “La Tijera”, que destacó los nombres de los desaparecidos y cuestionó las posibles causas del accidente.
“Es probable que ni siquiera supieran lo que estaban trasladando y manipulando. ¿Misiles antiaéreos, armas químicas? Todo puede ser posible”, señaló la publicación, denunciando además el abandono a las familias afectadas.
Este hermetismo no es nuevo. En incidentes anteriores, como la explosión del Hotel Saratoga y el incendio en la base de supertanqueros de Matanzas, las autoridades cubanas enfrentaron fuertes críticas por su falta de transparencia y manejo deficiente de la información.
Un silencio que pesa
El control estricto del régimen sobre la información limita el acceso a datos fiables y alimenta las sospechas de encubrimiento. Más de una semana después, los familiares de los jóvenes desaparecidos siguen esperando respuestas.
“No han buscado en ningún momento. Les dijeron que debían esperar 72 horas, pero han pasado más de siete días y no se ha hecho nada”, denunció Jesús Antonio, tío de Liander José García Oliva, otra de las víctimas.
Mientras tanto, las demandas de justicia y transparencia no dejan de crecer. Esta tragedia no solo pone en evidencia las fallas estructurales en la gestión de crisis en Cuba, sino también el precio humano de un sistema que parece priorizar el secretismo sobre la verdad.