En un movimiento que sorprendió a muchos, Mercedes-Benz acaba de marcar un antes y un después en Cuba al vender su primer auto a un cliente particular. Este suceso llega tras la aprobación de nuevas leyes de importación y comercialización de vehículos en la isla, una medida que promete cambiar la dinámica del mercado automotriz cubano. Pero, ¿a quién beneficia realmente esta “apertura”? Vamos a desglosarlo.
La noticia se dio a conocer a través de un mensaje en Facebook publicado por MCV Comercial S.A., distribuidor oficial de la marca en la isla. La empresa compartió con orgullo el momento en que se firmó el contrato con el primer comprador cubano. “Hoy hacemos historia juntos”, escribió la compañía, resaltando la importancia de este paso en el mercado cubano. Aunque la frase suena esperanzadora, también genera preguntas sobre la desigualdad que sigue marcando a la población de la isla.
Este acontecimiento se da en un contexto marcado por contrastes. Por un lado, el gobierno cubano flexibiliza las restricciones para la compra de vehículos importados, un cambio que parecía impensable hace unos años. Por otro lado, las cifras no mienten: más del 90 % de los cubanos vive en condiciones de pobreza extrema, lo que convierte a este nuevo mercado en un lujo al alcance de muy pocos. Según el catálogo oficial de Mercedes-Benz, el modelo más económico disponible cuesta al menos 50 mil dólares, una cifra fuera del alcance de la mayoría.
Mercedes-Benz no es la única marca que aprovecha esta “opertura”. Otras empresas, incluidas varias chinas, también están ganando terreno gracias a precios relativamente más accesibles. Sin embargo, en el catálogo de MCV Comercial, los precios de los autos de lujo pueden llegar hasta los 191 mil dólares, impuestos incluidos. Esto evidencia una brecha cada vez más pronunciada entre quienes tienen el poder adquisitivo para estos vehículos y quienes apenas logran subsistir.
La venta llega tras la implementación de nuevas reformas legales que buscan modernizar el sistema de transporte en Cuba. Desde el 1 de enero, las leyes permiten una mayor flexibilidad en la importación y venta de vehículos, algo que el gobierno considera un paso hacia la mejora del parque automotor de la isla. Pero, a pesar de los cambios en el papel, la realidad sigue siendo dura para la mayoría de los cubanos.
La crisis del transporte en la isla, alimentada por décadas de ineficiencia estatal y restricciones, no se solucionará con unos cuantos autos de lujo en las calles. Aunque es un paso simbólico, este “hito” también subraya las desigualdades que persisten en una Cuba donde muchos sueñan con cambios reales, más allá de las vitrinas de lujo.