Adentrarse en La Chocolatera, ubicada en el exclusivo Club Habana del municipio Playa, es una experiencia que despierta los sentidos. Este pequeño establecimiento, pulcro y bien climatizado, cautiva con su olor intenso a chocolate y dulces, una combinación avainillada y rústica que parece trasladarte a otro mundo. En una Cuba cada vez más golpeada por la crisis, este espacio resulta casi un espejismo de opulencia.
Un lujo fuera del alcance de muchos
A pesar de su atractivo, no todos los cubanos pueden permitirse visitar este lugar. Uno de los aspectos más llamativos de La Chocolatera es la cantidad de empleadas disponibles: alrededor de seis para atender a una clientela escasa pero exigente. Todas uniformadas impecablemente, con guantes de látex y un trato excepcional.
Ana María, una clienta reciente, lo confirma. «El sitio es carísimo, pero valía la pena comprar bombones para mi hija, que acaba de ser madre. No creo que sea abuela otra vez», comentó tras haber visto el anuncio de la tienda en redes sociales. Y es que el precio no es para cualquiera: un bombón puede costar entre 150 y 200 pesos, y una caja de 50 piezas alcanza los 9,000 pesos. Si consideramos que el salario promedio de un jubilado en Cuba ronda los 1,500 pesos al mes, el costo de un solo bombón equivale a casi el 10% de sus ingresos mensuales. Comprar una caja completa sería impensable para la mayoría de los cubanos.
Más que chocolate: un escaparate de exclusividad
Además de sus bombones, la tienda ofrece una selección de productos como peluches, conservas y hasta cavas catalanes de la marca Mistinguett. Los dulces, aunque llevan el toque de chocolate de su marca propia, D’Carlie, son elaborados externamente y decorados en el local.
Cada detalle en La Chocolatera está pensado para reflejar lujo. Incluso los peluches tienen precios que oscilan entre 7,000 y 8,000 pesos, más de cuatro meses de salario promedio en Cuba. Estos precios no solo destacan por su exorbitancia, sino también por su desconexión con la realidad económica del país, donde la inflación y la escasez de productos básicos golpean diariamente a los hogares.
La ubicación de la tienda también habla de su exclusividad. El Club Habana, con su historia que data de los años 20, es ahora un espacio destinado a funcionarios de alto rango, diplomáticos y empresarios extranjeros. Para la mayoría de los cubanos, solo llegar al lugar ya representa un reto económico. «El taxi me costaba 5,000 pesos, así que desistí», confesó Josué, un habanero del municipio Centro Habana. En un contexto donde el transporte público es insuficiente y el combustible escasea, el simple hecho de visitar La Chocolatera es un lujo en sí mismo.
Una empresa que crece a pesar de la crisis
En un contexto de dificultades para los negocios privados en Cuba, La Chocolatera parece ser una excepción. Su dueño, Carlos Luis Menéndez Jorge, ha compartido en entrevistas su visión empresarial y el respaldo que ha recibido, incluso anunciando su marca en medios estatales como Radio Rebelde. La tienda opera sin descanso, abriendo todos los días de la semana de 10:00 a.m. a 9:00 p.m.
El éxito no se detiene ahí. La empresa está en plena expansión con nuevos locales en camino, incluyendo uno en Varadero y otro en el Hotel Gran Muthu Habana. Con estas alianzas, como la establecida con el Grupo Empresarial Palco, La Chocolatera consolida su posición como un referente en productos de chocolate artesanales en Cuba.
Raíces en el chocolate y conexiones clave
Carlos Luis Menéndez Jorge, quien lidera el proyecto, proviene de una familia con una larga tradición en chocolatería. Su madre, María Cristina Jorge, fue directora de la Escuela Latinoamericana de Chocolatería, creada junto al maestro chocolatero español Quim Capdevila. Este centro educativo, financiado por instituciones internacionales, dejó un legado importante en la formación de especialistas en chocolate.
Sin embargo, las conexiones familiares y estatales también han jugado un papel crucial en el rápido ascenso de esta empresa. Desde su apertura inicial en 2019 hasta su actual ubicación en el Club Habana, La Chocolatera ha sabido combinar una oferta de lujo con estrategias de marketing y alianzas estratégicas.
Un privilegio para pocos
Aunque La Chocolatera celebra el chocolate como un arte y una experiencia, su acceso sigue siendo limitado para la mayoría de los cubanos. En un país marcado por la escasez y las desigualdades, este oasis de dulzura resalta, pero también refleja la creciente brecha entre los que pueden disfrutar de sus productos y los que solo pueden imaginarlo.
En medio de salarios que no alcanzan ni para las necesidades básicas, el chocolate de La Chocolatera es un lujo reservado para unos pocos privilegiados. Mientras tanto, el resto de los cubanos sigue lidiando con colas interminables, precios desorbitados y una realidad que no deja espacio para caprichos dulces. Pero, para quienes pueden permitírselo, este rincón en La Habana es una tentación irresistible que combina sabor, exclusividad y la promesa de escapar, al menos por un rato, de la cotidianidad.