El reciente concierto del reguetonero cubano El Bebeshito en Miami ha desatado una ola de comentarios, debates y protestas tanto en la comunidad del exilio cubano como en las redes sociales. La presentación, que tuvo lugar el pasado 28 de diciembre en el estadio de la Florida International University (FIU), reunió a miles de seguidores del artista, pero también puso en el centro del debate las complejas conexiones entre los organizadores y empresas vinculadas al régimen cubano.
Un artista en la mira
Bebeshito, cuyo nombre real es Oniel Ernesto Columbé Campos, es un joven reguetonero nacido en 1997 que se ha destacado en el género urbano conocido como «reparto». Hasta hace tres meses residía en Cuba y, desde su llegada a Estados Unidos, ha evitado cualquier declaración pública relacionada con el régimen cubano o la situación política en la isla. Este silencio ha generado críticas por parte de sectores del exilio cubano, que cuestionan si el artista se considera un exiliado o simplemente un inmigrante más.
El periodista Norge Rodríguez, director de YukaByte y experto en investigación, explicó en el programa de Juan Manuel Cao en América TeVé que Bebeshito trabaja con Planet Records, una disquera dirigida por el productor italiano Roberto Ferrante. Según Rodríguez, Ferrante mantiene una oficina en Cuba y ha representado a artistas como Gente de Zona y Chocolate, lo que sugiere una estrecha relación con el régimen cubano. “Cualquier extranjero que tiene una empresa en Cuba debe contar con el visto bueno del gobierno totalitario”, puntualizó Rodríguez.
La trastienda del concierto
El concierto de Bebeshito fue promocionado como un evento de gran magnitud que logró llenar el estadio de la FIU, un espacio símbolo del exilio cubano. Sin embargo, detrás de la organización estuvieron nombres vinculados al régimen. Didier Santos, productor de eventos y defensor de derechos humanos, reveló que en el equipo de producción participaron personas como los hijos de Fernando Rojas, viceministro de cultura de Cuba conocido por su defensa del régimen y su papel en la persecución de artistas. También se mencionó a Elio Ahumada, excolaborador del nieto de Raúl Castro, Sandro Castro, quien es dueño de bares en Cuba donde frecuentemente se presentan artistas urbanos.
Durante la transmisión del programa, Santos denunció que el evento fue utilizado como una herramienta de propaganda por el régimen cubano. “Desde el backstage del concierto, se enviaron videos directamente a Sandro Castro para que los publicara en sus redes sociales, reforzando la narrativa de que el ambiente en Miami está cambiando y que ya no se habla de política”, afirmó Santos.
Polémica y protestas
El concierto no estuvo exento de tensiones. Durante el evento, se registraron gritos y consignas en contra del influencer Alexander Otaola, una figura clave en la comunidad del exilio. Los asistentes, muchos de los cuales llegaron recientemente de Cuba, dirigieron sus críticas hacia Otaola, dejando de lado cualquier mención a la situación en la isla. Este hecho fue aprovechado por los medios oficialistas cubanos, que difundieron la idea de que “Miami está cambiando” y que la política ha dejado de ser un tema central en la comunidad.
Rodríguez y Santos coincidieron en que el régimen ha buscado controlar la música urbana como una herramienta de propaganda. En el pasado, intentaron censurar el género, pero al ver su popularidad, optaron por controlarlo, apoyando a artistas que evitan posicionarse políticamente. Este control también se refleja en la imposición de agendas que prohíben a los artistas hablar de temas políticos.
Un fenómeno recurrente
El caso de Bebeshito no es aislado. En los últimos años, varios artistas cubanos han llegado a Estados Unidos con visas facilitadas durante el periodo de acercamiento entre ambos países, pero sin expresar opiniones críticas sobre el régimen. La estrategia, según los analistas, es clara: utilizar a estos artistas para debilitar el discurso crítico del exilio.
Rodríguez recordó incidentes similares con otros artistas que, al ser cuestionados sobre temas políticos, se negaron a responder. “El régimen busca mermar el efecto de canciones como ‘Patria y Vida’ y controlar a los exponentes de la música urbana que provienen de los barrios más humildes de Cuba”, señaló.
El concierto de Bebeshito ha dejado al descubierto un entramado de intereses y estrategias que trascienden el entretenimiento. Para muchos en el exilio, este evento representa un intento más del régimen cubano por infiltrarse en Miami y cambiar la narrativa. Mientras tanto, el silencio del artista y la participación de productores vinculados al régimen continúan generando indignación.
La comunidad del exilio enfrenta un desafío: preservar su coherencia y denunciar cualquier intento de manipular los espacios de expresión cultural en Miami. Como recordó Santos, “muchos han sacrificado sus carreras por mantenerse firmes contra el régimen, y es injusto que otros vengan a beneficiarse sin asumir ninguna responsabilidad”.
