En las primeras horas del 3 de enero de 2023, un grupo de 32 personas abordó una balsa improvisada en el sur de Cuba con la esperanza de llegar a Florida, a unos 170 kilómetros de distancia. Era un viaje cargado de sueños y valentía, pero nunca más se supo de ellos.
Entre los pasajeros se encontraba una niña de ocho años que viajaba con su madre, seis miembros de una familia de Camagüey y una pareja de Cienfuegos que dejó a sus hijos atrás por seguridad. También estaban Yoel Romero, un albañil de 43 años y padre de tres hijos; Jonathan Jesús Álvarez, un camionero de 30 años también con tres pequeños; y Dariel Alejandro Chacón, un trabajador de mantenimiento de 27 años.
El rastro perdido de una mochila
La madre de Chacón, Idalmis, recordó cómo colocó un poco de pan tostado en la mochila de su hijo para el viaje. Cuatro días después, esa mochila apareció en una playa rocosa cerca de un exclusivo club de golf en los Cayos de Florida. Era la única pista de lo que pudo haber pasado.
Amparo Rivera, madre de Yoel Romero, muestra una foto de su hijo en su móvil, un recordatorio de la tragedia que ha marcado su vida. “Desde entonces, todo se trata de buscar respuestas”, expresó.
El Caribe: Una ruta mortal
La crisis económica en Cuba, considerada la peor desde la caída de la Unión Soviética en los años 90, ha convertido al Caribe en un cementerio para quienes buscan una vida mejor. Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), al menos 368 cubanos han muerto o desaparecido en esta peligrosa travesía desde 2020. A la par, la Guardia Costera de Estados Unidos repatrió a 367 migrantes cubanos solo en el año fiscal que terminó en septiembre de 2024.
Sin embargo, el deterioro de las condiciones económicas sigue empujando a muchos a tomar el riesgo. La esperanza de un futuro mejor supera al miedo al peligro.
Familias desesperadas por respuestas
AFP entrevistó a 21 familiares de los desaparecidos en la balsa que partió el 3 de enero. La incertidumbre es un peso insoportable para ellos. Osmara García, madre de Jonathan Álvarez, compartió: “Nadie nos ha dado una respuesta”. Mientras tanto, Amparo Rivera confesó: “Necesitamos saber lo que sea, porque la incertidumbre es insostenible”.
Las únicas pistas sobre el destino de los migrantes fueron dos mochilas encontradas a menos de dos kilómetros de distancia en la costa de Florida. Estas pertenencias, ahora silenciosos testigos de lo que pudo haber sido, dejaron a las familias con más preguntas que respuestas.
Una ola de migración sin precedentes
Cuba enfrenta su mayor ola migratoria desde la revolución de 1959. Desde 2012, el país ha perdido cerca de un millón de habitantes, según cifras oficiales. Entre enero de 2022 y agosto de 2024, más de 700,000 cubanos ingresaron a Estados Unidos, ya sea de forma legal o ilegal.
Para quienes no califican para programas de entrada legal, como el patrocinio en Estados Unidos, la travesía por mar se convierte en su única opción. Pero este camino está lleno de riesgos, y las historias de quienes no logran llegar suelen quedar en el olvido.
Construcción clandestina y esperanzas rotas
La balsa que transportaba a los desaparecidos desde Playa Larga fue construida en secreto. Medía nueve metros y estaba equipada con un mástil, ocho remos y diez barriles metálicos para flotación. Estas construcciones improvisadas, aunque ingeniosas, reflejan la desesperación de quienes buscan salir de la isla.
Jonathan Álvarez, uno de los desaparecidos, mantuvo su partida en secreto incluso para su familia. La clandestinidad es común entre los migrantes, no solo por la ilegalidad del acto, sino también para proteger a sus seres queridos del miedo y la preocupación.
Un testimonio de sobrevivencia
A pesar de la tragedia, algunos han logrado sobrevivir para contar su historia. Oniel Machado, un herrero de 49 años, relató cómo pasó horas aferrado a los tablones de su balsa junto a otros 12 migrantes durante una noche tormentosa en abril de 2022. “Rezamos a Dios, nos cubrimos, y cuando despertamos, estábamos en aguas de Estados Unidos”, contó Machado.
Sin embargo, su historia no tuvo un final feliz. Fueron recogidos por la Guardia Costera de Estados Unidos y devueltos a Cuba, un desenlace que muchos temen, pero que no detiene a quienes buscan una vida mejor.