Querido Santa:
Este año no voy a pedirte un carrito de juguete, ni un par de medias, ni siquiera un aire acondicionado para sobrevivir al calor infernal de agosto. No, Santa. Este año la lista de deseos es otra, y aunque ya sé que los renos no vuelan hasta el Caribe por el calorazo, te pido que hagas una excepción.
Primero que todo, Santa, mándanos comida. Sí, así de básico. Porque aquí desayunar, almorzar y comer es un lujo, y los cubanos somos buenos haciendo malabares, pero con el estómago vacío no hay quien aguante. Si puedes, incluye un saco de arroz que no sea del que viene con bichitos, unas libras de pollo que no parezcan fósiles de la era prehistórica, y un poco de café, que el que estamos tomando ya ni despierta. Y, por favor, nada que venga por «la libreta», que eso es un chiste en sí mismo.
También, si te sobra espacio en el trineo, tráenos medicinas. Aquí si te duele la cabeza, tienes que tomarte un vaso de agua y rezar, porque ni aspirinas hay. Y no te cuento de los antibióticos o los medicamentos para enfermedades crónicas, que conseguirlos es casi como ganar la lotería, pero sin el premio.
Ahora, Santa, vamos a lo eléctrico. No sé si te han contado, pero aquí el apagón es una tradición nacional. Nos pasamos horas y horas a oscuras, sudando como pollos en horno y espantando mosquitos a ritmo de abanico. ¿Puedes traer al menos un ventilador de esos que funcionan con magia? Porque ya ni las velas resuelven.
Y vamos al transporte, porque pedir un carro es demasiado ambicioso. Aquí lo que necesitamos es que los ómnibus no vengan llenos como latas de sardinas y que no haya que esperar tres horas bajo el sol para que pase uno. Y si no puedes con eso, al menos tráeme un par de zapatos buenos, porque caminar kilómetros se ha convertido en deporte olímpico.
Santa, en serio, necesitamos un cambio. Y no hablo de cambiar el menú del comedor obrero, sino de algo más grande. Queremos un gobierno que se ocupe de nosotros, que no nos trate como números en un informe o como «enemigos internos». Queremos líderes que no salgan en la televisión diciendo que todo está bien mientras nosotros estamos inventando cómo hacer un caldosa con tres plátanos y un hueso.
Por último, Santa, tráenos un poco de esperanza. Porque aunque nos reímos para no llorar, la cosa aquí está dura. Todos los días nos levantamos con el mismo pensamiento: «¿Cómo sobrevivo hoy?». Y aunque somos el pueblo del chiste, la música y el invento, eso no significa que no nos duela.
Así que, Santa, si este año te sobra una pizca de magia, mándala para Cuba. Porque aquí la necesitamos más que nunca.
Con fe,
Un cubano que te escribe a luz de vela y con el corazón lleno de sueños… y de mosquitos.
