Miami amaneció con una noticia impactante el pasado 17 de noviembre. Juan Antonio Nápoles Pérez, un ciudadano cubano de 31 años residente en Little Haiti, se convirtió en el protagonista de un trágico accidente que dejó a dos personas gravemente heridas. El motivo: conducir bajo los efectos del alcohol.
El incidente ocurrió en Biscayne Boulevard, en el vecindario Morningside, a las 5:30 a.m., según informó el portal Local 10. Testigos relataron cómo Nápoles Pérez, al volante de un Honda Civic, iba a más de 100 millas por hora rumbo al norte cuando perdió el control. En su trayecto, el vehículo destrozó un bordillo elevado, arrasó con arbustos y derribó cuatro palmeras antes de cruzar hacia los carriles del sur y chocar frontalmente contra un Volkswagen Jetta.
El impacto fue devastador. Tanto Nápoles como los dos ocupantes del Jetta quedaron en estado crítico. Una de las víctimas sufrió hemorragias internas severas que requirieron cirugía de emergencia y permaneció hospitalizada por semanas, mientras las autoridades intentaban descifrar cómo ocurrió exactamente el accidente.
La investigación reveló datos alarmantes. Aunque la «caja negra» del Honda Civic estaba demasiado dañada para proporcionar información, una muestra de sangre de Nápoles Pérez confirmó un contenido de alcohol de 0.167%, más del doble del límite permitido por la ley.
Ahora, este conductor enfrenta cuatro cargos graves: dos por conducir bajo la influencia del alcohol causando lesiones graves y dos por conducción imprudente. Actualmente, está detenido en el Centro Correccional Turner Guilford Knight y enfrenta una fianza de 200,000 dólares.
Este caso es un recordatorio escalofriante de los riesgos asociados a la combinación de alcohol y alta velocidad al volante. En una ciudad tan vibrante como Miami, donde las carreteras pueden convertirse en pistas de carreras, las consecuencias pueden ser catastróficas. Las autoridades han subrayado la importancia de reforzar las medidas para prevenir tragedias como esta.
Mientras las víctimas luchan por recuperarse y Nápoles enfrenta las repercusiones legales de sus actos, queda una lección clara: la responsabilidad al volante es vital para proteger vidas. Este tipo de incidentes no solo afecta a quienes los viven directamente, sino también a toda la comunidad que se ve sacudida por el impacto de la imprudencia.