Conseguir gas licuado en Cuba se ha convertido en una batalla interminable para miles de familias que dependen de este producto para cocinar. Las interminables colas, la falta de transparencia y la reventa a precios exorbitantes han convertido una necesidad básica en un lujo inalcanzable. Lo que sucede en Holguín no es un caso aislado; la situación se repite en cada rincón del país.
Listas interminables y pocas soluciones
En muchas provincias cubanas, la compra de una “balita” de gas se organiza mediante listas interminables de cientos de personas. Hugo Herrera, un cubano que lleva meses esperando, lo resumió así: “Llevo tres meses intentando comprar una balita. La cola está organizada por listas de 500 personas y yo me anoté en la cuarta. Esta semana no venderán porque los carros están en Santiago de Cuba”.
Las largas esperas y los cambios de último minuto en las listas oficiales desesperan a la población, que no encuentra respuestas claras por parte de las autoridades.
Confusión y frustración entre los consumidores
El caos organizativo es otra constante en todo el país. Glenda Medina, quien hace cola en un punto de venta, contó cómo el anuncio de nuevas listas dejó en el aire a quienes llevaban meses esperando: “Estamos hace meses en una lista y tenemos pretickets. Los representantes del Gobierno lo saben, pero ahora nos dicen que la lista vieja no sirve porque se va a hacer una nueva”.
Este tipo de situaciones no solo genera enojo y desconfianza, sino que también aumenta la incertidumbre sobre cuándo se resolverá el problema.
La demanda supera la oferta
El déficit de gas licuado no es nuevo, pero ha alcanzado niveles críticos en los últimos meses. Irenaldo Pérez Cardoso, director adjunto de Unión Cuba-Petróleo, reconoció que no se podrá cubrir toda la demanda debido a “baches en la entrega del producto”. Además, advirtió que con la disponibilidad actual, solo se podrá garantizar la venta por 17 a 20 días.
En lugares como La Habana, Camagüey, Santiago de Cuba y Holguín, el panorama es similar: colas interminables, retrasos constantes y un mercado informal que aprovecha la desesperación de la gente.
La reventa y los precios inaccesibles
Ante la falta de gas licuado en los puntos de venta oficiales, el mercado negro ha tomado fuerza. Los revendedores exigen cifras exorbitantes que la mayoría no puede pagar. Adolfo Solís, un jubilado, contó su experiencia: “Los revendedores están pidiendo 10.000 pesos por una balita, y yo con mi pensión de 1.672 pesos no puedo ni soñar con eso”.
Para las personas más vulnerables, como jubilados y familias con bajos ingresos, esta situación es insostenible. Otro anciano, Espinosa, lo resumió con tristeza: “Ya esto es demasiado; el pobre no puede vivir”.
¿Culpas externas o falta de planificación?
Mientras las autoridades culpan a factores externos como la falta de combustible o el embargo, muchos cubanos consideran que el problema radica en la mala planificación y organización del Gobierno. Amaury Sánchez expresó su opinión con firmeza: “Le estamos echando la culpa a los americanos, pero los errores los comete el Gobierno que no ha sabido organizar la venta del gas licuado. No estamos comiendo entre nosotros”.
Una lucha interminable para los cubanos
La falta de gas licuado es solo un reflejo más de las dificultades diarias que enfrentan los cubanos. Freddy Córtez, quien también espera su turno, expresó su resignación: “Después que yo logre comprar, volveré hacerlo de aquí a un año o dos años”.
La odisea para conseguir gas licuado en Cuba ha convertido lo que debería ser un proceso simple en una lucha interminable, llena de obstáculos y sin soluciones a corto plazo. Mientras tanto, las familias continúan esperando, con la esperanza de que un día la situación mejore.