Cuando el reloj marcaba poco después de las siete de la mañana del pasado 7 de diciembre, la tranquilidad de la comunidad de Guayos, en Sancti Spíritus, fue interrumpida por un estruendo que muchos describieron como apocalíptico. Dos trenes, cargados de combustible y recursos esenciales, colisionaron de manera brutal, dejando tras de sí un desastre ambiental y una pesadilla para los vecinos más cercanos.
El choque, que involucró al Tren Extra No. 67 procedente de la Zona Especial de Desarrollo del Mariel y al Tren Extra No. 912 rumbo a la Refinería Sergio Soto, resultó en el descarrilamiento de una de las seis pailas de crudo. ¿El resultado? Más de 60,000 litros de petróleo derramados en los patios de las viviendas cercanas y en la vegetación que rodea la vía férrea.
A pesar de la magnitud del accidente, no se reportaron víctimas fatales, pero los daños al medio ambiente y las viviendas son evidentes. “Por el estruendo pensé que se había acabado el mundo”, relató Idania Vera Cañizares, una vecina cuya casa quedó rodeada de petróleo. Como ella, decenas de familias vieron sus patios inundados por el crudo, lo que provocó una ola de preocupación y desesperación.
Las imágenes compartidas por la prensa oficialista mostraron un panorama desolador: árboles impregnados de petróleo, suelos ennegrecidos y un olor intenso que, según los vecinos, parecía impregnarlo todo. El diario Escambray reportó que brigadas de trabajadores de la Refinería Sergio Soto en Cabaiguán se movilizaron rápidamente para recuperar el crudo y minimizar los daños.
Según Carlos Enríquez Díaz Bernal, director adjunto de la refinería, ya se ha logrado recuperar cerca del 70% del petróleo derramado, unos 42,000 litros, que están siendo trasladados a carros cisterna para su procesamiento. Sin embargo, todavía queda trabajo por hacer, y la limpieza completa podría tomar días, o incluso semanas.
El accidente también movilizó a diversas brigadas del Ministerio del Interior, las FAR y la Unidad Empresarial de Base (UEB) de Obras de Ingeniería, quienes trabajan contrarreloj para evitar que el impacto ambiental sea aún mayor.
Mientras tanto, los vecinos de Guayos intentan recuperar algo de normalidad en medio del desastre. Este incidente, que por suerte no dejó pérdidas humanas, sirve como un recordatorio de lo frágil que puede ser la convivencia entre las infraestructuras industriales y las comunidades que las rodean.
¿Podrá la comunidad de Guayos superar este trago amargo? Una cosa es segura: las imágenes de patios inundados de petróleo no se borrarán fácilmente de la memoria colectiva.