Mientras miles de cubanos enfrentan apagones interminables desde sus hogares oscuros, una estructura brilla como una estrella en la noche habanera: la Torre K-23 en El Vedado. Este lujoso edificio no solo ilumina el horizonte, sino también la indignación de quienes ven en él un reflejo de las prioridades cuestionables del gobierno cubano.
El sentir de los afectados quedó magistralmente resumido por el usuario de Facebook Julio Gonpagés, quien expresó:
«Una gran zona del Vedado en oscuridad absoluta, muchos tenemos que subir más de 15 pisos y permanecer oscuros durante horas, para que la Torre K-23 estrene luces durante toda la noche. La mejor instalación de la Bienal es ‘El país de las sombras y sus contrastes’.»
Y no es para menos. En un contexto donde la mayoría de las familias lucha por sobrevivir entre cortes eléctricos, escasez de alimentos y servicios básicos deficientes, la presencia de un rascacielos iluminado resulta, como mínimo, un golpe bajo.
Un contraste que divide a La Habana
Propiedad del conglomerado militar GAESA, la Torre K-23 está en el corazón de El Vedado, uno de los barrios más icónicos de La Habana. Sin embargo, su deslumbrante apariencia contrasta dolorosamente con las calles llenas de basura, los hospitales sin insumos y las termoeléctricas cubanas en ruinas.
Aunque aún no ha abierto sus puertas al público, el hotel ya acumula una lista considerable de críticas. Se especula que las áreas iluminadas corresponden a pisos donde los obreros trabajan contrarreloj para terminar la obra, retrasada en múltiples ocasiones. Sin embargo, esto no ha frenado el descontento popular.
Apodos que lo dicen todo: ‘El Mirador de la Miseria’
En redes sociales, la Torre K-23 ha sido bautizada con nombres tan irónicos como dolorosos: «El Mirador de la Miseria» o «La Torre de la Soberbia». Estos apodos reflejan el sentir de muchos cubanos, quienes ven en su construcción un despliegue innecesario de recursos en un país asediado por una crisis económica y energética.
¿El dato más impactante? La inversión para construir este gigante asciende a unos 565 millones de dólares, una cifra que podría haber financiado una planta energética de 300 MW, como la termoeléctrica Antonio Guiteras. En lugar de aliviar los apagones, ese dinero ha ido a parar a un hotel que, por ahora, no tiene huéspedes.
Un lujo vacío en una ciudad en ruinas
La Torre K-23 no es solo un edificio; es un recordatorio constante de las desigualdades en Cuba. Mientras brilla en medio de la oscuridad de El Vedado, los cubanos se preguntan: ¿qué prioridades guían las decisiones del gobierno? ¿Es este lujo realmente necesario cuando tantas necesidades básicas permanecen insatisfechas?
Así, el edificio no solo ilumina la noche, sino también las profundas sombras de una gestión que, para muchos, ha perdido de vista lo esencial. La Torre K-23 seguirá siendo tema de conversación, no por sus lujosos acabados, sino por lo que simboliza en una Habana a oscuras.