El parque de casas móviles Lil’ Abner en Sweetwater, Miami, se encuentra en el centro de una tormenta que amenaza con desarraigar a 900 familias. Con una orden de desalojo en marcha, los residentes no se rinden y han lanzado un llamado desesperado para negociar con los propietarios. ¿Su petición? Una compensación de $50,000 por familia y un plazo de seis meses sin pagar renta para encontrar una salida digna.
Hace unos días, Alejandro González Páez, un tiktoker con casi 12,000 seguidores, compartió un video de una reunión vecinal en el parque. En las imágenes, se ve a los residentes organizándose y buscando soluciones a la crisis. Una de las vecinas expresó su frustración al señalar que, por ahora, no cuentan con representación legal. “No tenemos abogado ahora mismo”, declaró, mientras el grupo apostaba sus esperanzas a la buena voluntad de los dueños del terreno.
Según el influencer, los propietarios son liderados por un hombre llamado Raúl, de origen cubano. Este detalle ha sido motivo de conversación entre los vecinos, quienes confían en que su conexión cultural pueda despertar empatía en los dueños. Pero con una cifra de compensación total que alcanzaría los 45 millones de dólares, el acuerdo parece cada vez más complicado.
Además de los $50,000 por familia, los residentes exigen seis meses sin pagar renta antes de desalojar sus casas móviles. Este plazo, según explican, es necesario para poder encontrar un lugar donde reubicarse. Sin embargo, el tiempo corre en su contra y el desalojo masivo podría darse en cualquier momento.
La situación de Lil’ Abner pone de relieve problemas más amplios que afectan a Miami: la falta de vivienda asequible y la presión inmobiliaria en zonas como Sweetwater. Los terrenos donde se encuentra el parque han aumentado su valor considerablemente, lo que ha llevado a los propietarios a buscar alternativas más lucrativas, aunque esto implique desplazar a cientos de familias trabajadoras.
Para muchos residentes, el desalojo no es solo una cuestión económica, sino un golpe emocional y social. Historias como la de una vecina cubana que teme no poder reubicarse sin compensación adecuada reflejan el impacto humano detrás de este conflicto.
Por ahora, las reuniones y protestas continúan, mientras los afectados esperan una respuesta de los propietarios. Este caso no solo es un ejemplo de lucha vecinal, sino también un recordatorio de cómo la gentrificación y el aumento del costo de vida están afectando a las comunidades más vulnerables de Miami.