A veces, la vida nos pone frente a historias que parecen salidas de una novela, pero que son tan reales como impactantes. En la zona rural de Santiago de Cuba vive una anciana que, sin luz, sin dinero y con un frío roto, sigue enfrentando la vida con una sonrisa.
Esta mujer, cuya historia fue compartida en redes sociales por el sacerdote católico Leandro NaunHung, ha demostrado una fortaleza que deja sin palabras a cualquiera. En un video publicado en Facebook, la anciana relata cómo se las arregla para sobrevivir en condiciones de extrema pobreza.
“El único bombillo que tenía se fundió”, dice con un tono resignado, pero sin perder la calma. Sin electricidad, vive en completa oscuridad y depende de la leña que recoge en el monte para cocinar. Como si eso fuera poco, la lámpara de petróleo que usaba también se dañó, dejándola aún más aislada durante las largas noches.
A esto se suma que hace meses no ha podido cobrar su chequera, lo que la deja sin recursos para reparar el frío que yace roto en su casa, convertido en un objeto inútil. “No hay luz, no hay petróleo… pero aquí estoy, dándole gracias al Señor por cada pequeño regalo que recibo”, comenta con una humildad que conmueve.
La situación de esta anciana no solo refleja las carencias materiales, sino también el aislamiento en el que vive. Sin televisión ni radio, ni siquiera puede enterarse de los ciclones o tormentas que se aproximan. “Cuando te enteras, ya sientes la ventolera”, dice con humor, como quien acepta lo inevitable.
A pesar de todo, esta mujer mantiene un espíritu positivo y una fortaleza admirable. Cuando recientemente logró comprar un poco de aceite, bromeó diciendo: “Al menos con poquito aceite te resbala la desgracia”. Su sonrisa, a pesar de las dificultades, es un verdadero testimonio de resiliencia.
El sacerdote Leandro NaunHung utiliza las redes sociales para exponer historias como esta y visibilizar el abandono que sufren los residentes de zonas rurales en Santiago de Cuba. Aunque ha sido criticado por algunos que consideran que romantiza la pobreza, él defiende su intención: dar herramientas emocionales y espirituales a quienes enfrentan una crisis devastadora.
Esta anciana santiaguera no solo nos inspira con su actitud, sino que también nos recuerda la importancia de la solidaridad. Al final, su vida depende tanto de su resiliencia como de las pequeñas ayudas que recibe de sus vecinos. Una sonrisa como la suya es un recordatorio de que incluso en las peores condiciones, la esperanza puede mantenerse viva.