Cuba enfrenta una crisis eléctrica sin precedentes. Miles de hogares llevan más de cuatro días sin electricidad, lo que resulta en la falta de agua potable y gas para cocinar. La escasez de alimentos se agrava, con los productos perecederos estropeándose en refrigeradores, mientras el calor y la lluvia intensifican la situación de vulnerabilidad de una población ya afectada por bajos salarios, desabastecimientos y represión política.
La situación es aún más crítica en las regiones interiores del país, donde los apagones superan las 15 horas diarias. En algunas zonas rurales, no cuentan con electricidad ni gas desde hace meses. El precio del carbón vegetal ha aumentado drásticamente en el mercado informal, alcanzando más de 1.200 pesos, un incremento notable desde los 300 pesos del año pasado.
El cilindro de gas más pequeño para cocinar se comercializa por alrededor de 20.000 pesos, mientras que en La Habana este precio puede llegar a 30.000 pesos. La gasolina, por su parte, se vende clandestinamente a más de 500 pesos por litro.
En municipios como Diez de Octubre, San Miguel del Padrón y Cotorro, hay reportes de más de seis días sin acceso a agua potable. Ante esta desesperante realidad, quienes tienen mayor capacidad económica sobornan a los conductores de carros cisterna, llegando a pagar más de 10.000 pesos por llenar un tanque de 200 litros. Para recipientes de más de 1.000 litros, los precios pueden superar los 50.000 pesos, lo que equivale a las pensiones de dos años y medio de un jubilado.
El panorama es caótico. Según la Unión Eléctrica de Cuba (UNE), no se trata de un problema “coyuntural”, como se ha intentado hacer ver, sino de una crisis profunda sin soluciones a corto plazo. El gobierno ya temía este colapso antes de su manifestación el 18 de octubre, como se evidenció en la intervención televisiva del primer ministro, Manuel Marrero Cruz, marcada por un nerviosismo notable.
Los cortes de internet, la movilización de unidades militares y la vigilancia policial sugieren un clima de temor ante un posible estallido social, lo que lleva a cuestionar si este colapso eléctrico podría ser un acto de sabotaje. Sin embargo, no parece ser obra de grupos de oposición, que carecen de acceso y recursos. Más bien, se podría tratar de conflictos internos dentro del mismo régimen.
En medio de esta oscuridad, surge la pregunta: ¿dónde están los créditos y financiamientos que varios países han otorgado para modernizar la infraestructura eléctrica de la isla? Los especialistas coinciden en que sin un proyecto de modernización, la estabilidad es inalcanzable. Un suministro de combustible estable también es crucial, algo que debería haberse logrado para 2024 según información de prensa estatal.
Desde 2016, se anunció un «crédito ruso» de hasta 1.200 millones de euros destinado a incrementar la generación eléctrica en Cuba. Este proyecto, que prometía resultados entre 2022 y 2024, se firmó con la empresa rusa Inter Rao Export LLC y la cubana Energoimport, y preveía la construcción de cuatro unidades generadoras. A pesar de las expectativas, la realidad es que muchos de los trabajos no se completaron y no hay rastro de la tecnología adquirida.
La incertidumbre persiste. Los gobernantes cubanos han recibido importantes financiamientos a lo largo de los años, desde créditos de Rusia y China hasta acuerdos con otros países, pero el sistema eléctrico nacional sigue colapsando. En 2022, la deuda con Rusia había aumentado a más de 2.300 millones de dólares, y el país aún no había visto mejoras significativas en su infraestructura.
A pesar de los millones de dólares destinados a la modernización, el sistema eléctrico continúa en crisis. La falta de transparencia sobre el destino de estos fondos plantea serias dudas. Con la llegada de nuevos créditos y reestructuraciones de deuda, la pregunta sigue en el aire: ¿por qué, a pesar de los recursos, el sistema eléctrico cubano permanece a la deriva? La realidad es que, entre remiendos y promesas incumplidas, la crisis eléctrica sigue afectando la vida diaria de millones.