En medio de una profunda crisis eléctrica que ha dejado a gran parte de Cuba en la oscuridad durante casi 72 horas, Miguel Díaz-Canel, presidente del Consejo de Defensa Nacional, ha lanzado una advertencia severa: cualquier intento de alterar el orden será reprimido con firmeza. Esta declaración ha desatado un torrente de indignación tanto dentro como fuera de la isla, avivando el temor a una repetición de los eventos violentos del pasado.
Desde su posición de liderazgo, vestido con su característico uniforme verde olivo, Díaz-Canel enfatizó que el gobierno no tolerará disturbios ni actos vandálicos que perturben la tranquilidad ciudadana. «No vamos a permitir que nadie actúe provocando hechos vandálicos y mucho menos alterando la tranquilidad ciudadana de nuestro pueblo», afirmó con determinación.
El presidente cubano destacó la movilización de estructuras partidarias y gubernamentales para mantener el control y responder a las inquietudes de la población, siempre que se respete el orden y la disciplina. Esta declaración se produce en un contexto tenso, donde los cubanos enfrentan no solo la falta de energía, sino también la incertidumbre económica y social exacerbada por la pandemia y las políticas gubernamentales.
Díaz-Canel atribuyó los focos de protesta a un pequeño grupo de personas, mayormente en estado de embriaguez, que han intentado perturbar el orden público. Además, sugirió que algunos actores externos están manipulando estas situaciones para desestabilizar el país, una acusación que ha avivado aún más la polémica en las redes sociales y entre la diáspora cubana.
Las amenazas de represión de Díaz-Canel han revivido memorias dolorosas de las protestas de julio de 2021, cuando el gobierno respondió con fuerza bruta a las manifestaciones antigubernamentales. Este recuerdo ha intensificado la indignación en línea, con muchos cubanos expresando su temor y rechazo a la posibilidad de una escalada de violencia estatal.
Mientras tanto, la crisis eléctrica persiste y la posibilidad de nuevas protestas continúa latente. El gobierno, consciente de esta situación, se prepara para enfrentar cualquier eventualidad. Sin embargo, la historia reciente demuestra que el control gubernamental depende en gran medida de la magnitud y la persistencia de las manifestaciones populares.