Italiano condenado en Bayamo implora ayuda a la primera ministra de su país

Redacción

El caso de Simone Pini, un ciudadano italiano que lleva más de 14 años encarcelado en Cuba, ha vuelto a atraer la atención internacional. Pini fue acusado del asesinato de una niña de 12 años en Bayamo, Granma, en 2010, pero él mantiene firmemente su inocencia. Desde su celda, asegura ser una víctima de un sistema judicial corrupto y ahora suplica ayuda desesperadamente a la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, con la esperanza de que ella pueda interceder en su caso.

Según reporta el medio italiano La Nazione, Simone Pini ha escrito una carta dirigida a Giorgia Meloni, donde describe en detalle las circunstancias que lo han llevado a esta situación desesperada. En su misiva, Pini solicita el apoyo de la mandataria para lograr su libertad y regresar a Italia. Él argumenta que tanto él como otros dos italianos detenidos por el mismo caso, Luigi Sartorio y Angelo Malavasi, fueron utilizados como chivos expiatorios en una campaña propagandística del régimen cubano. Las acusaciones, según Pini, no son más que una fachada para justificar su encarcelamiento.

En la carta, Pini también relata las horribles condiciones a las que ha sido sometido durante su detención. Según su testimonio, sufrió torturas y fue sometido a un aislamiento prolongado durante los primeros meses, lo que lo llevó a incriminarse bajo presión. A pesar de contar con pruebas claras de su inocencia, las autoridades cubanas han ignorado repetidamente sus solicitudes de revisión del caso. Esta situación lo ha llevado a buscar ayuda externa, confiando en que la intervención de la primera ministra italiana pueda cambiar su destino.

Pini no solo detalla las injusticias que ha sufrido, sino que también solicita a Meloni que interceda ante el gobierno cubano para que se aplique una ley que permite la liberación condicional y la expulsión de extranjeros no residentes que han cumplido la mitad de su condena. Sin embargo, esta solicitud ha sido rechazada en varias ocasiones sin una justificación clara, lo que ha dejado a Pini en una situación de incertidumbre y desesperación.

El caso de Simone Pini comenzó en mayo de 2010, cuando la niña Lilian Ramírez Espinosa murió durante una fiesta en Bayamo, donde estaban presentes tanto italianos como cubanos. La menor, que sufría de asma, fue supuestamente abandonada en un campo tras sentirse mal. Días después, su cuerpo fue encontrado sin vida, lo que desencadenó una redada en la que varios sospechosos, incluidos los tres italianos, fueron arrestados. A pesar de que Pini tenía pruebas de que llegó a Cuba 11 días después del crimen, las autoridades cubanas no permitieron que presentara estas pruebas durante el juicio, resultando en una condena de 25 años.

Simone Pini afirma que el día del homicidio se encontraba en Florencia, Italia, con su familia. Gracias a una reforma constitucional cubana de 2022, ha podido acceder a los registros migratorios que confirman su presencia en Italia en la fecha del asesinato. “El día del homicidio, no estaba en Cuba, sino en Florencia, junto a mi familia. Ahora tengo las pruebas en mi poder”, escribió en su carta. Con estos documentos en mano, Pini ha acudido a la embajada italiana en Cuba, con la esperanza de que finalmente estas pruebas sean reconocidas y se demuestre su inocencia.

El caso de Simone Pini es un recordatorio sombrío de las complejidades y desafíos que enfrentan los extranjeros encarcelados en países con sistemas judiciales cuestionables. Mientras espera una respuesta de Giorgia Meloni, su historia resuena como un clamor por justicia y por el reconocimiento de una verdad que ha sido ignorada durante demasiado tiempo.