En Cuba, hay esquinas tan olvidadas que los vecinos ya no recuerdan la última vez que vieron pasar un camión de basura. Este problema, que afecta tanto a la calidad de vida como al paisaje urbano, fue abordado con la aguda ironía que lo caracteriza por el humorista Jardiel en su más reciente transmisión en redes sociales. Con su estilo mordaz, Jardiel no dejó pasar la oportunidad para hacer una analogía que arrancó carcajadas, pero también una reflexión profunda sobre el estado del país.
“Medir la edad de los basureros estos debe ser algo parecido a como se hace con las secuoyas”, comentó Jardiel, refiriéndose a los árboles gigantes que se datan por sus anillos de crecimiento. “O como las montañas, por las placas tectónicas”, continuó, llevando la analogía a un extremo aún más hilarante. Y es que según él, lo que se encuentra debajo de estos montones de basura en Cuba no son simples desechos, sino “reliquias” tan antiguas como para esconder incluso una pirámide de Egipto.
Jardiel ha construido una reputación como un cronista mordaz de la destrucción que sufre La Habana y, en general, todo el país. Su canal de videos es una antología en la que documenta el deterioro de la infraestructura cubana: desde la proliferación de basureros hasta el estado ruinoso de las calles, los salideros de agua y las viviendas en condiciones deplorables. Cada video no es solo un chiste, sino una crítica aguda que pone en evidencia el abandono al que están sometidos los cubanos en su día a día.
En una directa anterior, Jardiel exploró otra idea provocativa: monetizar la chatarra que abunda en la isla. “Nosotros no hemos calculado bien cómo sacarle dinero a este país”, dijo, sugiriendo que si los chatarreros del mundo supieran el potencial de Cuba, vendrían corriendo. “Todo está viejo, caduco, nada sirve para nada… Los alcantarillados, las casas, los almendrones, todo eso es chatarra”. Su propuesta, aunque en tono de broma, es devastadora en su análisis: vender toda esa chatarra y empezar de cero, incluso fantaseando con la idea de regresar a 1492 para que Colón descubra la isla de nuevo.
El humorista no se detiene ahí. A mediados de agosto, Jardiel volvió a la carga, esta vez denunciando la insalubridad en Marianao, La Habana. En esta ocasión, presentó un “basurero en forma de ‘L’”, que, como describió con ironía, se extendía por una calle y giraba en la esquina, formando una montaña de desechos con la letra de esa forma. Con cada nueva denuncia, Jardiel no solo nos hace reír, sino que nos obliga a ver de frente una realidad que muchos prefieren ignorar.
La capacidad de Jardiel para abordar temas de actualidad y de interés social es asombrosa. Lo mismo critica las incoherencias del sistema monetario cubano que expone, con un humor agridulce, las dificultades de los niños cubanos para celebrar el Día de los Reyes Magos. Su humor, cargado de tristeza y reflexión, no solo entretiene, sino que también lanza preguntas incómodas a quienes deberían rendir cuentas por el estado de abandono y miseria en que se encuentra la ciudad.
En sus videos, Jardiel se ríe de los baches en las calles, los escombros y la basura que parece multiplicarse sin control. Sin embargo, detrás de esa risa se esconde una crítica mordaz que nos hace pensar en la grave situación de Cuba. Sus palabras pueden parecer un chiste, pero el mensaje es claro: la realidad cubana es un drama que necesita ser contado, aunque sea con humor.