‘Renacer’, la telenovela nacional que ha vuelto a encender la polémica en Cuba

Redacción

La discusión sigue vigente: ¿el arte es un espejo pasivo de la realidad, donde el autor elige aspectos que ya reflejan su influencia, o actúa como un cuestionador que impulsa cambios? En el ámbito artístico, todas las aproximaciones son válidas. Hasta el criticado realismo socialista generó algunas piezas de valor, aunque su imposición como método de creación fue inaceptable. Sin embargo, no planteo esta cuestión de manera retórica. Quiero explorar algunos aspectos de la telenovela cubana “Renacer”, que actualmente se emite. Lo haré no como crítico de arte, sino como un espectador reflexivo. Reconozco que los giros de la trama podrían mejorar en capítulos futuros, y espero que así sea.

Voy al grano: las “guajiritas” que llegan a La Habana, motivadas por diversas circunstancias, no parecen encontrar otra opción “superior” de empleo que trabajar en casas particulares para personas con mayores recursos. Sin eufemismos, su alternativa más deseada parece ser convertirse en sirvientas o criadas. Para completar el esquema telenovelesco del capitalismo, los patrones son retratados como “buenas personas”, mientras que las jóvenes aspiran a conquistar a sus jefes, o estos se enamoran de ellas. Una de las criadas, a la que me refiero en términos duros, es “casi” parte de la familia, desempeñando un rol casi maternal hacia el dueño, aunque siempre en riesgo de ser despedida por un error. A su vez, otra de ellas conquista a un “yuma” de paso.

Es importante notar que la telenovela evita caer en estereotipos raciales, mostrando tanto dueños blancos como negros (y sus empleados también). Esta decisión sigue una norma internacional que busca corregir las injusticias de la vida cotidiana, incluso en producciones de bajo presupuesto en Estados Unidos, que a menudo llenan sus relatos medievales de personajes afrodescendientes.

Sé que en el ámbito doméstico se puede ganar más que en otros trabajos (es evidente que el dueño de un hostal, heredero de la influyente familia Montenegro en la trama, paga mejor que un bodeguero). También es cierto que los salarios estatales son bajos y que ningún trabajo en sí es deshonroso. Sin embargo, lo que en el mundo es visto como la única opción para mujeres pobres sin educación, aquí se presenta como una alternativa mejor remunerada. La relación entre “guajiritas”, criadas y patrones refleja un imaginario clásico del capitalismo, repitiendo el cuento de Cenicienta. Sospecho que, como en muchas telenovelas, la abnegación y pasividad de Aitana/Odette serán finalmente recompensadas con un marido adinerado; y que la maldad de la tía que manipula a sus sobrinas recibirá su merecido. Quizás, algunas de estas jóvenes encontrarán caminos más alineados con sus vocaciones, como parece ser el caso de una que ya trabaja en televisión.

En un país que ha luchado por la liberación de las mujeres y sostiene una cruzada por mantener esos logros, los personajes femeninos en la serie parecen opacos, cínicos y dependientes de figuras masculinas. Pueden ser abusadas o violadas sin que se vean instituciones que protejan sus derechos.

La dinámica “sirvienta – patrón” es tan emblemática de la sociedad capitalista que resulta chocante que se presente como “la mejor opción” en Cuba socialista. Aunque se menciona una mejor remuneración, no puede considerarse realmente así. Donde el único motor es el dinero, la realización personal queda relegada, y prevalecen las relaciones de conveniencia. No es sorprendente que un joven como Lian, de buenas intenciones, elija no estudiar y busque atajos. En la serie, faltan indicios claros sobre la sociedad en la que viven los personajes o sobre la que aspiramos. Necesitamos producciones que cuestionen y sacudan a la sociedad, que aborden sus aspectos menos comprometidos. Existe otra Cuba que clama por ser salvada.

No soy de los que creen que el camino hacia el capitalismo en Cuba es inevitable, ni que ese sea el propósito de los cambios. Pero es fundamental acompañar y guiar esos cambios, y la ficción audiovisual tiene un papel crucial en esto. Lo que se muestra como natural, termina por naturalizarse. Si bien la base material influye, no lo hace de manera directa, y hay numerosos ejemplos de realización personal y objetivos colectivos que, aunque individuales, demuestran que hay sueños y oportunidades incluso en tiempos difíciles. La Revolución no ha muerto, pero parafraseando a García Márquez, a veces parece no tener quien la escriba.

Algunos podrían argumentar que las telenovelas no están destinadas a ser críticas. Que hay códigos inquebrantables en el melodrama y caminos ya trazados. Sin embargo, muchos de esos códigos responden a contextos sociales ajenos al nuestro. No deseamos ser un país “normal”, ya que esa normalidad está marcada por injusticias y desigualdades. No se trata de introducir personajes o discursos rígidos, sino de dar una dirección a la narrativa, algo que, por ejemplo, hacen las telenovelas brasileñas. Un caso: jóvenes cubanos con becas en el extranjero a menudo son tentados con ofertas laborales o relaciones, y muchos deciden no regresar. En contraste, la telenovela prefiere una solución diferente: trae de vuelta al protagonista, César. El país lo necesita, pero él, inexplicablemente, se queda atrapado entre un matrimonio en crisis y sus dudas existenciales. ¿No planea trabajar y validar sus conocimientos? ¿No desea ser útil?

La serie “Calendario” demostró que es posible adoptar una mirada crítica que apoye valores socialistas sin caer en esquemas rígidos. Esta reflexión no pretende ser un análisis artístico de la obra, sino una consideración sobre cómo aborda la sociedad cubana. El arte, en todas sus formas, no solo refleja, sino que también construye la realidad.