¿Qué ha sido de la vida de la actriz Adela Legrá, el que por muchos años fuera el rostro icónico del cine cubano?

Redacción

Poco se ha hablado de Adela Legrá en los medios cubanos últimamente, más allá de menciones esporádicas sobre sus cumpleaños, premios en el festival de cine de Gibara, o el documental Manuela, el rostro rebelde del cine cubano, dirigido por Manuel Jorge y estrenado en 2017, que explora su trayectoria. Esta actriz, oriunda de Guantánamo, fue descubierta en la década de los sesenta por el realizador Humberto Solás, quien la hizo debutar en el cine con el largometraje Manuela.

Adela ha compartido que, en su juventud, “estaba en Baracoa recogiendo café como activista de la Federación de Mujeres Cubanas”, y Solás la buscaba para el papel de una mujer campesina, “con esos rasgos que tan bien nos definen”. Recuerda que “era muy rebelde; la gente decía que si caía en un río, nadaría contra la corriente. Me hizo arrastrarme, cruzar cercas, subir árboles, me hizo reír y llorar”.

Tras su ingreso al cine en 1966, volvió dos años después con Lucía, considerada una de las mejores películas cubanas de todos los tiempos, donde protagonizó la tercera historia dirigida por Solás. Desde entonces, Adela hizo de la gran pantalla su hábitat, participando en filmes como Rancheador, El brigadista, Aquella larga noche, Polvo rojo, Vals de La Habana Vieja, Miel para Oshún y Barrio Cuba.

Nacida el 17 de octubre de 1939, Legrá nunca fue actriz de plantilla. Estudió hasta la enseñanza secundaria y, tras su paso por el cine, regresó a sus labores en el Segundo Frente. Trabajó como auxiliar de corte de negativos en el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC) y, antes de jubilarse, se desempeñó como proyeccionista.

Recientemente, su nombre resurgió en los medios gracias a un artículo del periodista Reinaldo Cedeño, publicado el 3 de septiembre en Juventud Rebelde. En este texto, se revela que Adela vive en Cuabitas, en las afueras de Santiago de Cuba, rodeada por su familia y la naturaleza: “Rodeada de la fragancia del marañón, del café, del anón. No puede vivir sin las plantas, sin el verde”.

Cedeño cierra su artículo planteando una interrogante: “¿hasta cuándo se le escatimará el Premio Nacional de Cine?” y subraya que “el séptimo arte en Cuba no puede pasarse sin aquella mirada, sin la fiera mirada debajo del sombrero”.