En la costa del Caribe cubano se encuentra un vestigio de lo que alguna vez fue una gran esperanza para el futuro energético de la isla: la Central Nuclear de Juraguá. Esta imponente planta, diseñada por la Unión Soviética, se proyectaba en los años 80 como la solución a los problemas energéticos de Cuba. Sin embargo, lo que se pensaba sería una de las instalaciones más avanzadas de la región, ha terminado convirtiéndose en un símbolo de fracaso, ahora abandonada y deteriorada por el paso del tiempo.
Apodada “El Monstruo”, la planta nuclear de Juraguá está situada a unos 290 kilómetros al sureste de Cayo Hueso, en Estados Unidos. Su construcción, iniciada en 1980 con el respaldo de la URSS, contemplaba la edificación de dos reactores de 440 megavatios. El ambicioso plan preveía que la planta pudiera cubrir el 15% de la demanda energética de Cuba, ofreciendo un prometedor alivio para la Cuba revolucionaria, que ansiaba una fuente de energía estable y moderna.
No obstante, el desastre de Chernóbil en 1986 transformó drásticamente la situación, informa The Sun. La tragedia nuclear en Ucrania avivó el temor a una catástrofe similar en Juraguá. Este miedo, combinado con la incompetencia y la corrupción, provocó retrasos adicionales en la obra. Aunque el 75% de la planta estaba terminado, la caída de la Unión Soviética en 1991 supuso el golpe definitivo. Sin el apoyo de los recursos soviéticos, el proyecto quedó paralizado de manera indefinida.
En la actualidad, la planta ofrece una visión digna de una película postapocalíptica. Las imágenes reflejan un laberinto de equipos oxidados y paredes agrietadas. Desde una distancia, la estructura parece emerger del mar, con su cúpula de concreto envuelta en un enjambre de andamios corroídos. Al adentrarse en los pasillos oscuros y deteriorados, el ambiente lúgubre evoca un escenario de terror. En las cercanías, la llamada “Ciudad Nuclear”, un conjunto de edificios y viviendas destinados a alojar a los trabajadores de la planta, también yace en ruinas.
En 1997, se intentó revivir el proyecto cuando el presidente ruso, Vladimir Putin, ofreció 800 millones de dólares para completar la planta. Sin embargo, Fidel Castro rechazó la propuesta, argumentando que la economía cubana no podía soportar tal inversión.
Hoy, la Central Nuclear de Juraguá se erige como un recordatorio silencioso de los sueños no cumplidos de la Revolución Cubana y de las tensiones de la Guerra Fría, una reliquia que se desmorona lentamente con el tiempo.