El pasado sábado, los vecinos del reparto Kilo 12, en la provincia de Sancti Spíritus, Cuba, vivieron una escena digna de una película de terror al encontrar un cráneo humano abandonado en mitad de la calle. Este hallazgo no solo generó alarma, sino que también confirmó un oscuro rumor que circulaba en la comunidad sobre el robo de restos mortales del cementerio local, según un reportaje de 14yMedio.
El sitio digital publicó fotos en Instagram y compartió testimonios que indican que este no es un incidente aislado. «Se están robando los muertos», afirmó una fuente, añadiendo que los restos son sustraídos y luego vendidos. La falta de vigilancia y mantenimiento, junto con la sobrepoblación de tumbas, contribuye a que transitar por el cementerio sea casi imposible sin pisar alguna.
El reportaje revela que la vegetación crece descontroladamente y que la acumulación de basura es evidente. La situación es aún más alarmante con la presencia de féretros destruidos y fuera de sus fosas, y telas funerarias esparcidas por el lugar. A pesar de que Sancti Spíritus fue sede de celebraciones por el 26 de julio, la situación del camposanto no mejoró y las denuncias ciudadanas continúan.
Este problema no es exclusivo de Sancti Spíritus. Las necrópolis en toda Cuba enfrentan una crisis de recursos y mantenimiento. Un reportaje del Instituto Cubano por la Libertad de Expresión y Prensa (Iclep) del año pasado citó a Victoria Fernández, administradora de la necrópolis de Kilo 12, quien reveló que los recursos disponibles son insuficientes y la mano de obra es escasa.
A pesar de las leyes sanitarias cubanas que exigen al Estado garantizar el cuidado adecuado de los cementerios y manejar los restos humanos con medidas higiénicas estrictas, la realidad en las principales necrópolis parece estar muy alejada de estos estándares. La crisis en los cementerios refleja un problema más profundo: la desatención a las infraestructuras básicas y la falta de recursos para mantener servicios esenciales.
Mientras tanto, las comunidades cercanas a estos cementerios deben enfrentar el impacto psicológico y social de vivir cerca de camposantos en ruinas, donde incluso los muertos no están a salvo de la profanación. Este escándalo subraya la necesidad urgente de recursos y mejoras en la administración de los cementerios y cuestiona la capacidad del Estado para cumplir con sus propias regulaciones en materia de salud pública y dignidad humana.