El Gran Maestro de la Logia de Cuba, Mario Urría, envió el 24 de julio un mensaje a los cerca de 200 masones cubanos que protestaron el día anterior ante el Gran Templo Nacional Masónico, exigiendo su dimisión. En su mensaje, al que tuvo acceso Cubanet, Urría criticó que algunos miembros de su jurisdicción pusieran sus intereses personales «por encima de los intereses de la Institución». Según relató, la manifestación comenzó frente al edificio y terminó en el lobby del piso 11, justo ante la oficina del Gran Maestro.
A pesar de la tensión, Urría reconoció que fue una protesta pacífica. «Es mi deber expresar que no existió violencia alguna a pesar de hacer mi entrada por la puerta principal del Gran Templo ante la presencia de muchos de mis hermanos», escribió en la nota enviada a todos los masones. Urría también lamentó que «los reclamos realizados dentro de las supuestas leyes masónicas» no se realizaron de acuerdo con sus «preceptos y juramentos».
En su misiva, Urría destacó la presencia de representantes del Supremo Consejo durante la protesta, señalando a Ángel Santiesteban Prats como uno de los principales responsables de la «campaña de descrédito y la tergiversación de los hechos». Este conflicto tiene sus raíces en la negativa de Urría a acatar su expulsión, decretada por el Supremo Consejo en enero tras el robo de 19.000 dólares en su oficina. En marzo, Urría intentó presidir una sesión de la Alta Cámara, pero fue impedido entre gritos de «fuera traidor y cobarde». La mayor parte de su equipo renunció a sus cargos en ese momento.
Urría también arremetió contra la periodista independiente Camila Acosta, a quien acusó de tener acceso a información que «un profano» no debería conocer. Urría insinuó que algunos masones podrían estar infiltrados por elementos disidentes. “Se ha notado por parte de algunos hermanos muestras claras de arremeter directamente contra Instituciones del gobierno con marcadas posiciones políticas, que para muchos se encuentran disfrazadas de supuestos motivos masónicos», señaló.
Aunque se mostró abierto a que los masones presenten quejas, Urría insistió en que estas deben seguir los canales oficiales. Se mostró especialmente molesto con la «mediatización» de los problemas internos de la Gran Logia de Cuba. Hizo un llamado a los masones a no participar «en ningún complot». «No permitamos que los enemigos internos nos utilicen para lograr objetivos que nada tienen que ver con Preceptos Fundamentales y pongamos en riesgo nuestra existencia. Esta Gran Maestría defenderá la permanencia de nuestra Augusta Institución por encima de cualquier interés personal o político. Resolvamos nuestros problemas de manera interna y apegados a las leyes masónicas, no a través de redes sociales o medios de prensa», pidió.
Durante la protesta, los masones explicaron que se congregaron allí después de agotar todas las vías para ser escuchados. El detonante fue el decreto 1791 del 19 de julio, con el que Urría suspendió el Tratado de Amistad y Mutuo Reconocimiento entre la Gran Logia de Cuba y el Supremo Consejo. Esta decisión puso en peligro dos siglos de unidad y paz masónica, obligando a los masones a elegir entre una y otra institución y comprometiendo el reconocimiento internacional de la orden cubana.
El 23 de julio, el Ministerio de Justicia de Cuba emitió una nota informativa afirmando haber detectado «irregularidades por incumplimiento de sus estatutos internos» tras la expulsión de Urría. Por ello, ordenó «realizar esos procesos nuevamente en correspondencia a los estatutos y la voluntad de sus integrantes». Finalmente, el gobierno cubano cedió ante las protestas de los masones y aceptó que se celebren elecciones, un hecho inédito en la historia de la masonería cubana, que incluyó manifestaciones contra el Gran Maestro de la Orden, expulsado por corrupción y restituido por el régimen por su lealtad.
