¡Comenzó la cacería! Manuel Marrero acusa a dueños de Mipymes de ser “millonarios que extienden la corrupción en Cuba”

Redacción

El primer ministro de Cuba, Manuel Marrero Cruz, recientemente acusó a los dueños de Mipymes (micro, pequeñas y medianas empresas) del país de fomentar la corrupción y de inflar los precios en sus facturas al Estado, facturando sumas millonarias por trabajos que, según él, no valen tanto.

Durante una visita gubernamental a Cienfuegos, con el propósito de “corregir distorsiones y reimpulsar la economía”, Marrero Cruz, quien también es miembro del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC), denunció las presuntas violaciones cometidas por los empresarios de Mipymes de la provincia. Habló sobre la mala gestión de sus negocios, el abuso de precios y la facturación inflada a empresas y organismos estatales.

“Veintiún millones… ¡Contratos que hemos pagado a esos millonarios! Ya está dictaminado por el MICONS [ministerio de la Construcción] que los trabajitos que hicieron no cuestan eso. ¡Cuestan mucho menos!”, afirmó Marrero Cruz durante su intervención, según reportó el Noticiero Nacional de Televisión (NTV).

Sin mencionar casos específicos, el primer ministro del gobierno de Miguel Díaz-Canel arrojó una sombra de sospecha sobre la reciente actividad empresarial privada. Esta actividad ha sido fomentada por el mismo régimen cubano como una respuesta al evidente fracaso de la economía planificada y estatalizada del modelo socialista.

“En todos los trabajos de las Mipymes, les pagamos 600 pesos por cada trabajador para que ellos compren su almuerzo. ¿Y el almuerzo del hospital, y los médicos que estamos pagando?”, se cuestionó Marrero Cruz, evidenciando sus propias decisiones y trasladando la responsabilidad del colapso de los servicios públicos a los “nuevos actores económicos”.

El discurso del régimen cubano expone las contradicciones a las que se enfrenta la clase dirigente y la cúpula que controla la economía dolarizada y la riqueza nacional a través del Grupo de Administración Empresarial S.A. (GAESA), controlado por los militares. Necesitados de un tejido empresarial privado que dinamice la economía y los servicios, creen empleo, produzca bienes, mejore su imagen y establezca sinergias entre el sector estatal y el privado (“encadenamiento productivo”), los líderes de la llamada “revolución” temen al crecimiento y el aumento de poder del sector privado, condicionándolo para que se mantenga leal a la “obra social” y los “principios” de una entelequia fracasada.

Lejos de tener el valor y el decoro de impulsar una verdadera apertura que conduzca a un proceso de transición económica y política en el país, el Palacio de la Revolución dirige a la nación cubana por los caminos más nefastos y contrarios a los intereses de una población desprovista de derechos y libertades, y sometida al poder inamovible de un régimen represor y violento.

Los llamados “nuevos actores económicos” son peones en la estrategia de un régimen que busca sobrevivir y perpetuarse en el poder. Para ello, promovió la aparición de la empresa privada en Cuba, con la finalidad de crear un tejido clientelar y una clase social empoderada que sirva a sus intereses y que pueda tener bajo su control. Muchos de los dueños de Mipymes tienen fuertes vínculos familiares o laborales con el régimen cubano, y son movidos para suplir al Estado en sus funciones de atención social o bajar el precio de las divisas en el mercado informal, entre otras “misiones”.

Sin embargo, la historia y los hechos demuestran que el régimen cubano no es un socio fiable, y que mañana puede perseguir a los “actores” que hoy creó y promovió. Todo está en función de su supervivencia. La llegada de petróleo ruso, mexicano o venezolano, o cualquier otro tipo de escenario de “vacas gordas” para las arcas de GAESA, podría poner en peligro la existencia del naciente sector privado cubano. Más aún cuando el propio régimen asegura que este tiene entre sus funciones la de impulsar la economía estatal, pues el Estado (entiéndase sus dueños) nunca va a renunciar a la “centralidad” de la empresa estatal y la economía socialista, un subterfugio para mantener la riqueza nacional bajo su dominio.

Sobre los empresarios cubanos también pende la espada de la “opinión pública”, y pueden ser utilizados en cualquier momento como chivos expiatorios que carguen con la culpa de los altos precios, la desigualdad o el “saqueo” del Estado, lo cual impide que este pueda ofrecer servicios públicos de calidad.

Las palabras de Marrero Cruz en Cienfuegos constituyen, como tantas otras veces, un aviso para esos empresarios a los que el régimen empieza a señalar como “millonarios” y corruptos, y responsables del desastre socioeconómico que se vive en la Isla. De momento, se les permite continuar con sus actividades, pero en el discurso se les empieza a señalar cada vez más como evasores de impuestos, importadores, especuladores y corruptos. El emprendimiento en Cuba descansa sobre una gran inseguridad jurídica, característica de un régimen totalitario comunista.

Quien se crea a salvo de esta situación por exceso de confianza en su pujanza empresarial, contactos con el poder o riqueza personal, estará pecando de ingenuidad y podrá verse el día de mañana en la situación de Alejandro Gil Fernández, pagando por todos los platos rotos.