«Este año viene duro», dijo Mauricio cuando vio su mata de mango llena de flores hace unos meses. Aunque ha vivido en La Habana por más de medio siglo, este cienfueguero de 79 años sigue confiando en la sabiduría de los campesinos entre los que creció. «Si se ve cargadita de flores es que serán tiempos de hambre y necesidad», predijo y no se equivocó.
Como cada año, la temporada de mango acaba de comenzar. Después de las lluvias de mayo, ha llegado el momento de disfrutar una de las frutas más emblemáticas de los campos cubanos. Aunque hay árboles que producen todo el año o tienen ciclos extendidos, el verano es la época más común para saborear las diferentes variedades en la Isla.
“Los que tienen la suerte de tener una mata de mango en el patio de la casa están salvados: no tienen que comprarlo por fuera y hasta pueden vender los que les sobren”. Variedades como Bizcochuelo, Manga, Filipino, Mamey (nombrado así por su pulpa rojiza), Super Haden, Hilacha y Delicias están apareciendo en las tarimas de los mercados y en las carretillas de los vendedores que recorren los barrios habaneros. En el mercado de 19 y B en El Vedado, donde la oferta es más amplia y cara, el mango ha llegado temprano y luce reluciente con tonos rojizos, verdes y anaranjados.
A 80 pesos por libra, es fácil que el precio de un solo mango supere los tres dígitos y que una bolsa de mangos cueste más de 1.000 pesos. Aunque la producción de este año parece haber comenzado bien, la abundancia no ha reducido el precio. El mango ahora cuesta cuatro veces más que en junio de 2021.
En aquel año, cuando se implementó la Tarea Ordenamiento y desapareció el peso convertible, una libra de mango en 19 y B costaba 20 pesos. Para el inicio de la temporada de 2022, el precio subió a 30 pesos por libra, y en 2023 llegó a 50 pesos, según la pesquisa de los mercados agrícolas que realiza semanalmente 14ymedio.
Mauricio, residente en el municipio de Cotorro, afirma que quienes tienen una mata de mango en su patio están en una posición ventajosa: no necesitan comprar mangos y pueden vender los sobrantes. Sin embargo, también es un dolor de cabeza, ya que deben vigilar constantemente para evitar robos. “Cuando la mata da frutos, en esta casa casi no se puede dormir”, dice Mauricio.
El cienfueguero vende parte de su cosecha a comerciantes particulares y a una cafetería cercana que sirve batidos de frutas naturales. «Saco algunos pesitos que no vienen nada mal. Mi mujer también prepara mermeladas y lascas de mango en almíbar que nos ayudan bastante en estos meses de verano en que los nietos están de vacaciones y se pasan el día pidiendo comida».
“La paliza de mango que nos damos aquí en julio y agosto es tremenda, no sé qué haríamos sin esta mata». Cuando llega septiembre: “ya estamos hasta repugnados porque ha sido mucho el mango que nos hemos comido, a veces hasta los cambio por arroz o por otra cosa que nos haga falta”.
Este año, la familia de Mauricio se prepara para una temporada de “mucho mango pero poca variedad de comida”. Las flores que vio brotar con fuerza hace unos meses en las ramas del árbol en su patio lo advirtieron: “Aquí vamos a terminar del color del mango porque eso es lo que vamos a tener que comer mañana, tarde y noche”.