El viernes pasado, Cuba experimentó una de las noches más oscuras en su historia reciente debido a una crisis energética sin precedentes. La falta de más de 1.470 MW de energía dejó a varias zonas del país sin electricidad por hasta 20 horas. Según la Unión Eléctrica (UNE), incluso la patana turca ubicada en la bahía de La Habana se quedó sin combustible, aunque la situación en la capital se resolvió en unas pocas horas debido a su importancia estratégica.
Anteriormente, durante episodios críticos de la prolongada crisis energética, se había evitado afectar a La Habana con apagones nocturnos. No obstante, el periodista oficialista Lázaro Manuel Alonso anunció en su perfil de Facebook que «para el sábado en la capital se afectan durante el día los bloques 1, 2 y 4 y para la noche se reserva el bloque 3». Esta medida refleja la gravedad de la situación, extendiendo los cortes eléctricos también a la capital.
El vocero del régimen en la televisión cubana admitió que «el viernes varias provincias del país reportaron cortes de más de 15 horas por periodos y en algunas la falta de electricidad ha motivado interrupciones de hasta nueve horas por solo tres con el vital servicio». Esto subraya la severidad del problema, con interrupciones prolongadas afectando a una gran parte de la población.
Según el informe oficial de la UNE para el 18 de mayo, «se encuentra en avería la unidad 6 de la CTE Nuevitas, la unidad 2 de la CTE Felton y las unidades 5 y 6 de Rente. Mientras están en mantenimiento las unidades 1 y 3 de la CTE Santa Cruz y la unidad 1 de la CTE Felton». La falta de mantenimiento y las averías en estas unidades cruciales exacerban la crisis energética en la isla.
Además, la escasez de combustible impacta fuertemente en la generación térmica, que no puede aportar 463 MW. En el caso de las 51 centrales de generación distribuida, la falta de hidrocarburos impide la generación de 384 MW adicionales. Este déficit de energía obliga a los cubanos a enfrentarse a largas horas sin electricidad.
Ante este sombrío escenario, el pronóstico para la noche del sábado es de 1.170 MW de apagón, lo cual, paradójicamente, es visto como una mejora por el oficialismo comparado con el «viernes negro» de más de 1.400 MW desconectados. Sin embargo, esta situación sigue siendo crítica y representa un desafío enorme para la población.
Para intentar calmar los ánimos, las autoridades locales, siguiendo indicaciones del Partido Comunista, están saliendo en los medios de comunicación provinciales para dar explicaciones sobre los apagones, con la intención de prevenir que la población salga a las calles en protesta. Sin embargo, estas campañas no hacen autocrítica del desastre energético y culpan a factores externos como Estados Unidos, prometiendo falsamente que la situación mejorará en verano.
Por ejemplo, en Villa Clara, la Gobernadora Milaxy Yanet Sánchez Armas explicó en la emisora CMHW que «todas las entidades estatales están apagadas, solo se mantienen en funcionamiento completo aquellas que reciben la categoría de priorizadas». Esto significa que la actividad económica ha quedado reducida al mínimo, afectando aún más la vida cotidiana de los cubanos.
“Continuaremos poniendo nuestros escasos recursos, como siempre, en lo más urgente, hospitales, servicios fúnebres, centros de elaboración de alimentos, para intentar que, en medio de esta complejidad, el escenario no sea peor”, aseguró la dirigente. Esta declaración refleja el esfuerzo por mantener los servicios más esenciales funcionando, aunque la situación general sigue siendo extremadamente difícil.
La crisis energética en Cuba no solo afecta la disponibilidad de electricidad, sino que también tiene profundas implicaciones para la economía y la vida diaria de los ciudadanos, que deben adaptarse a una realidad cada vez más incierta y desafiante.