Xavier Chao no es un nombre que resuene con fuerza en el ámbito comercial, pero eso nunca ha sido un impedimento para él. Crecido en el seno de una familia donde el arte fluía como el aire que respiraban, no es de extrañar que su destino estuviera marcado por la creatividad y la expresión. Nacido de Eloísa y sobrino del renombrado Guillermo Álvarez Guedes, Xavier se vio inmerso en un ambiente donde la actuación era inevitable.
Sus primeros pasos en el mundo del espectáculo los dio en Cuba bajo el peculiar apodo de “la chica del cañonazo”, durante la década de los 80. Participó en el programa «Juntos a las nueve», dirigido por Pedraza Ginori y presentado por Héctor Fraga. Aunque inicialmente aparecía en segmentos esporádicos, su talento no pasó desapercibido para Ginori, quien deseaba darle un papel más destacado. Sin embargo, su condición de estudiante y la falta de una evaluación profesional limitaban su participación.
Fue entonces cuando a Ginori se le ocurrió una idea ingeniosa. “Yo aún no había sido evaluada, no me había graduado. Además, estaba estudiando Lengua y Literatura Inglesas en la Universidad de La Habana. Por eso, no podía presentarme como animadora. Entonces, se le ocurrió llamarme ‘La chica del cañonazo’”, explicaba Xavier en una entrevista en 2007.
Tras un breve alejamiento de la televisión, que aprovechó para completar sus estudios y trabajar como traductora, Xavier regresó al escenario que lo catapultaría a la fama: el programa «Contacto». Este show se convirtió en un fenómeno desde su lanzamiento en 1983, ampliando su horario y aumentando su audiencia hasta dominar los sábados por la noche.
“El impacto de ‘Contacto’ fue enorme. Alcanzó a ser visto por el 84% de la población cubana. Recibía miles de cartas, tantas que ya no sabíamos dónde guardarlas. Incluso recibía correspondencia de personas en prisión”, revelaba Xavier, destacando el extraordinario alcance del programa.
Esta fama lo llevó a ser reconocido por su espontaneidad como entrevistador y por su habilidad para innovar en la televisión, mucho antes de que términos como “viral” se asociaran con las redes sociales. Su popularidad era comparable a la de grandes nombres de la televisión cubana como Consuelito Vidal o Germán Pinelli.
La actuación siempre fue su pasión, y a pesar de su éxito en televisión, Xavier no dejó de lado su sueño de actuar en cine. Participó en películas como «Papeles secundarios» y «Sueño tropical», donde exploró diversos aspectos de la naturaleza humana y la complejidad de los roles que interpretó.
“Actuar es descubrir roles que reflejan la complejidad de ser humano. Es una búsqueda constante de la autenticidad, tanto en el escenario como en la vida”, decía Xavier, reflejando su profundo compromiso con su arte.
Su viaje a China, aunque inicialmente causado por una oferta inesperada para actuar en una película, se transformó en una aventura de autodescubrimiento y éxito. Al poco tiempo de enviar un monólogo en inglés, improvisado y grabado en su cuarto, fue aceptado y se embarcó hacia el gigante asiático, donde encontró un vibrante mercado cinematográfico ansioso por incorporar talentos internacionales.
“La industria del cine en China es inmensa. Diariamente se filman múltiples películas, y siempre están en busca de actores extranjeros. A menudo piens en mis amigos en Cuba y las oportunidades que encontrarían aquí”, compartía Xavier, consciente de las oportunidades que su nueva vida le ofrecía.
En China, no solo encontró un nuevo hogar en el mundo del espectáculo sino también en su vida personal, al conocer a su esposa y ser acogido por una cálida comunidad de cubanos y locales. Su experiencia refleja la universalidad del arte y la capacidad de la actuación para trascender fronteras y culturas.
A pesar de su éxito internacional, Xavier nunca ha perdido el vínculo con Cuba. Continúa participando en proyectos con amigos y espera poder contribuir a futuras producciones en la isla. Su historia es un testimonio del poder del arte para conectar mundos, culturas y personas, independientemente de dónde se encuentren.