En 2012, desde un hogar acogedor en Alicante, Idelfonso Tamayo compartió reflexiones en una entrevista sobre la dispersión global de actores cubanos, señalando un vínculo profundo que parece unirlos más allá de las distancias. Habló con cariño de aquellos que dejaron huellas imborrables en su memoria, refiriéndose a colegas y amigos como Reinaldo Miravalles, Orlando Casín, Leonel Valdés, y Annia Linares —a quien describió como dotada con un talento celestial para la música—, junto a Yolandita Ruiz y otros más.
En otra muestra de su versatilidad, un video captura a Tamayo en un momento musical, cantando «Conversación en tiempos de bolero», acompañado por la guitarra de Lázaro Cárdenas. En un clip distinto, de 2015, se le ve animando un espectáculo nocturno en Alicante, donde su habilidad para el humor y su manera de hacer reír a la audiencia resaltan junto con su capacidad para elogiar a los artistas presentes y reconocer a sus compatriotas en el público.
Esos fragmentos audiovisuales tienen un elemento en común: la voz característica de Tamayo, su distinguida presencia y su espíritu inconfundible. Este es el mismo Tamayo que, hace más de tres décadas, encarnó a Liberato en la telenovela «Sol de batey», basada en un guion de Dora Alonso, y que exploraba temas de emancipación y rebeldía contra la opresión.
De aquel trabajo, muchas escenas han quedado grabadas en la memoria colectiva, destacando una conversación entre Liberato y su Taita Julián, donde dialogaban sobre la guerra, la identidad negra y la ilusoria libertad de los emancipados.
En sus primeras apariciones, Liberato se caracterizaba por su gran sombrero y su impecable traje blanco, siempre leal a su amo, Don Esteban. Estas imágenes del inicio de la telenovela permanecen vívidas en el recuerdo de los espectadores. Más adelante, el personaje toma la decisión de huir con Soledad, interpretada por Hilda Saavedra, una esclava de ideas liberales que apoya su lucha.
A lo largo de la serie, Liberato desarrolla una relación cercana con Nieves, apodada La Tojosa, interpretada por una joven Luisa María Jiménez. Nieves soñaba con la elegancia de su ama, Rosario, conocida como Charito (interpretada por Susana Pérez), y aspiraba a la distinción de Doña Teresa (Verónica Lynn). Liberato, como un negro libre con responsabilidades en el batey, se enamora de Tojosa, a quien conoció desde que era niña, tras ser comprada como esclava.
Este papel fue definitivamente el que más marcó su carrera, aunque no fue su debut. Desde los años setenta, Tamayo era una cara conocida en la televisión cubana. En «Las aventuras de Juan Quinquín» (1973), basada en la obra de Samuel Feijóo, defendió el papel de Chiquitico. También participó en «La última cena», dirigida por Tomás Gutiérrez Alea.
A medida que avanzaba su carrera, Tamayo brilló en otras telenovelas, como «El viejo espigón» (1981) de Maité Vera, donde interpretó a Jiribilla, y en «Un bolero para Eduardo» (1986). También apareció en la versión original de «Los pequeños fugitivos».
Para 1990, Tamayo ya era un actor consolidado con una vasta experiencia en diversos medios. Cinco años después, se unió al elenco de «Dragón Mambí», una serie infantil y juvenil que exploraba la presencia de los chinos en las guerras de independencia de Cuba, interpretando a Francisco en la comedia «Amor Vertical» (1997).
Con la llegada del nuevo milenio, Tamayo se trasladó a España, recorriendo ciudades como Alicante, Getafe y Cuenca. Sobre Cuenca, comentó emocionado: “la primera vez que vine a Cuenca fue en el año 2000, cuando el Ayuntamiento programó en el Teatro Auditorio una obra que estaba haciendo con un actor argentino, Mario Bedoya, y la protagonista era Amparo Rivelles. Esta obra le valió un ‘Pulitzer’ en Estados Unidos a Morgan Freeman y Jessica Turner. Nosotros tuvimos el privilegio de hacerla aquí”.
En España, Tamayo no dejó de trabajar. Se integró a grandes series de televisión española como «Cuéntame cómo pasó» (2001), interpretando a Baltasar, y «Hospital Central» (2000), donde dio vida a Casiano.
En 2005, interpretó a Teófilo en «Un rey en La Habana», de Alexis Valdés, donde jugaba el papel de una figura gubernamental que visitaba el barrio protagonista y facilitaba la emigración del ‘gallego’ y su hijo adoptivo.
A pesar de llevar más de dos décadas fuera de Cuba, Tamayo solo tiene palabras de afecto para sus compatriotas: “Tengo tanto cariño en el corazón y tanto amor para todos los cubanos que habitan el planeta, que cada vez que yo hablo con uno me da la impresión de que estoy hablando, particularmente, con cualquiera de mis familiares consanguíneos.