El episodio conocido como UMAP, Unidades Militares de Ayuda a la Producción, representa uno de los capítulos más oscuros y menos conocidos de la represión política y la intolerancia religiosa ejercida por el régimen totalitario en Cuba durante más de cuatro décadas. En esta fecha, se llevó a cabo el denominado «primer llamado de la UMAP», donde miles de hombres, incluyendo menores de edad y mayores de 60 años, pero predominantemente jóvenes, fueron convocados a través de Cuba por el Servicio Militar Obligatorio. Fueron recibidos de manera agresiva y amenazante, y aquellos que no acudieron voluntariamente fueron prácticamente cazados y apresados sin posibilidad de comunicarse con sus familias.
Estos hombres fueron transportados en condiciones deplorables y sometidos a vejámenes mientras eran conducidos a Camagüey, donde se les concentró en estadios deportivos bajo la vigilancia de altos jerarcas militares. Se estableció un sistema de «tribunales sumarios» que podía imponer sanciones severas, incluida la pena de muerte.
Los reclutas, en realidad prisioneros, fueron enviados a campos de trabajo forzado en Camagüey, sometidos a condiciones inhumanas, vejaciones físicas y psicológicas, en un intento por degradar su condición humana. Fueron forzados a trabajar en jornadas extenuantes, con alimentación y condiciones sanitarias precarias, lo que provocó casos de desequilibrio mental y automutilaciones entre los reclusos.
La UMAP fue un proyecto totalitario con el fin de anular a individuos considerados no asimilables por el régimen, incluyendo a aquellos con creencias religiosas contrarias a la doctrina oficial. Más de 25,000 personas pasaron por estas unidades durante su existencia, hasta que la presión internacional y el rechazo generalizado obligaron a su cierre en 1968.
Los sobrevivientes de la UMAP describen su experiencia como «DONDE NUNCA HUBO UN GESTO QUE FUERA HUMANO», un testimonio de la brutalidad y la deshumanización a la que fueron sometidos por el régimen cubano.