El estado de las instalaciones de Campismo Popular en Cuba, que en su momento fueron centros de recreación y disfrute para muchas familias cubanas, ha sido objeto de críticas por parte de la prensa oficialista debido a su notable deterioro. El periódico 26 de Las Tunas, en particular, ha resaltado la triste realidad de estos lugares, que alguna vez fueron escenarios de alegría y ahora se encuentran en un estado de abandono y decadencia.
El campismo «Río Jobabo», ubicado en el sureste de la provincia de Las Tunas, es un ejemplo claro de esta situación. Este sitio, que en el pasado atraía a visitantes de toda la provincia e incluso de otras regiones, hoy presenta un panorama desolador. Las cabañas, que antes albergaban a los campistas, ahora están en ruinas, con suelos agrietados y sin paredes, dejando ver solo literas abandonadas, baños en mal estado, polvo y telarañas.
La falta de mantenimiento ha llevado al deterioro de otras estructuras dentro del campismo, como el ranchón, la sala de juegos, la piscina y la cafetería. La vegetación crece sin control y la cerca perimetral está a punto de colapsar, lo que contribuye a una atmósfera de desamparo y tristeza.
El periódico cuestiona el futuro de estos espacios, que alguna vez fueron refugios de diversión durante los calurosos veranos, pero que ahora parecen estar condenados al olvido. La falta de servicios básicos como agua y electricidad, sumada a la ausencia de visitantes, ha convertido al «Río Jobabo» en un lugar sin vida.
El Campismo Popular, una iniciativa de Fidel Castro, pretendía ofrecer una alternativa de ocio accesible para los cubanos que no podían permitirse estancias en hoteles. Sin embargo, con el paso del tiempo, estas instalaciones han quedado relegadas y no han recibido el mantenimiento necesario para preservar su funcionalidad y atractivo.
La situación actual de los campismos refleja no solo el deterioro físico de las instalaciones, sino también el desgaste de una idea que buscaba promover el disfrute de la naturaleza y la recreación al aire libre. La nostalgia de aquellos que recuerdan con cariño sus estancias en estos lugares contrasta con la resignación de quienes han tenido que lidiar con las deficiencias y limitaciones de los campismos en las últimas décadas.
