Cuba se encuentra inmersa en un complejo laberinto monetario caracterizado por la coexistencia de tres monedas, cuatro tipos de cambio y dos mercados distintos, una situación que refleja la inflación, la escasez y la creciente dolarización en la isla. Ante este panorama, el Gobierno cubano ha anunciado su intención de implementar un severo plan de ajuste en marzo para abordar estas distorsiones, que podría incluir la devaluación y unificación del tipo de cambio, aunque aún no se han detallado medidas específicas.
Este ajuste, que ya ha visto aumentos significativos en los precios de servicios básicos como combustibles, electricidad, agua y transporte, busca disminuir el déficit fiscal y revitalizar una economía que lleva tres años en crisis debido a la pandemia, el endurecimiento de las sanciones estadounidenses y errores de política interna.
«La situación financiera es un reflejo del desastre económico del país», señala Omar Everleny, economista y académico, quien describe la economía cubana como en su punto más bajo y critica la existencia de dos tipos de cambio oficiales como «inconcebible».
Actualmente, Cuba mantiene un tipo de cambio oficial de un dólar por 24 pesos para las empresas y de un dólar por 120 pesos para los ciudadanos. En el mercado negro, el dólar se cotiza a 323 pesos, evidenciando una depreciación superior al 1.000% en tres años. Además, existe la Moneda Libremente Convertible (MLC), una divisa virtual paralela al dólar, cuyo uso ha ido decayendo.
La creciente preferencia por el dólar y el euro, tanto para la emigración como para las importaciones, se suma a la complejidad del panorama monetario cubano, destacando la falta de confianza en el peso y la política económica del Gobierno.
Los expertos consultados expresan escepticismo sobre la efectividad y las repercusiones del plan gubernamental, remontándose a la fallida Tarea Ordenamiento de 2021, que no logró eliminar la dualidad monetaria y disparó los precios. Ven necesario un enfoque más amplio que incluya transformaciones productivas y reducción de la burocracia estatal.
La posible devaluación genera preocupación por su impacto inflacionario, especialmente en un país que importa el 80% de lo que consume. Los economistas coinciden en que la medida podría exacerbar la inflación y fomentar aún más la dolarización, sugiriendo alternativas como un régimen de flotación entre bandas o un tipo de cambio único y flexible, determinado por un mercado transparente.
Sin embargo, la gran brecha entre los tipos de cambio formal e informal y la falta de reservas de divisas del Banco Central de Cuba plantean desafíos significativos para la implementación de cualquier nueva política cambiaria. «El momento es muy difícil para que estas medidas tengan éxito», concluye Everleny, reflejando el escepticismo generalizado entre los expertos.