En medio de la creciente escasez de pan y alimentos básicos en Cuba, los residentes de varias localidades del oriente de la isla han encontrado en el casabe, un alimento tradicional a base de yuca, una solución para mitigar el hambre. Esta situación se ha vuelto particularmente notable en Holguín, donde la demanda de casabe ha aumentado significativamente debido a la falta de harina de trigo, esencial para la elaboración del pan. La distribución de este último ha experimentado serias interrupciones en las últimas semanas, llevando a los habitantes a buscar alternativas.
El casabe, con un diámetro que oscila entre 20 y 30 cm, puede llegar a costar hasta 50 pesos cubanos, según han confirmado residentes de la provincia a medios locales. La venta de este producto no solo se realiza en los barrios de forma tradicional, sino que también ha encontrado un espacio en internet, donde los anuncios de casabe en combos de alimentos han visto un incremento notable.
El consumo de casabe, un alimento que era preparado originalmente por las comunidades aborígenes de la isla a partir de harina de yuca, había quedado relegado principalmente a las celebraciones de fin de año. Sin embargo, desde el año pasado, provincias como Holguín, Granma y Las Tunas han retomado y ampliado su consumo ante la necesidad de encontrar sustitutos al pan.
En Las Tunas, la producción de casabe ha visto un impulso particular durante 2023. Wilmer Espinosa Vargas, presidente de una cooperativa local, destacó la adaptabilidad de la yuca a las tierras de la región y la alta demanda que enfrentan, a pesar de los esfuerzos por aumentar la producción. En un día típico, se pueden elaborar alrededor de 500 unidades de casabe en un burén grande, con cada unidad requiriendo aproximadamente 15 minutos de cocción.
Además de servir como un sustituto al pan, la harina de yuca utilizada en la elaboración del casabe ofrece beneficios nutricionales, siendo una opción viable para la alimentación de personas con condiciones como la celiaquía, la hipertensión y la diabetes.
El gobierno cubano ha promovido el casabe como una alternativa ante el déficit de harina de trigo, llegando incluso a organizar talleres en Granma para enseñar a los niños a preparar este alimento y, de esta manera, «rescatar la cultura culinaria» de la isla. Sin embargo, esta iniciativa cultural no oculta la realidad subyacente: la incapacidad del régimen para asegurar el suministro de pan y otros alimentos básicos para su población, lo que ha llevado a la revalorización de prácticas alimenticias ancestrales como una medida de supervivencia.