En Cuba, la práctica de realizar exorcismos a menores ha cobrado notoriedad, especialmente entre líderes religiosos como el pastor evangelista Oscar Bertrán. Esta tradición, lejos de ser un fenómeno nuevo, ha ganado visibilidad en la era digital, donde los rituales son cada vez más accesibles al público general a través de las redes sociales.
El pastor Bertrán sostiene que ciertos comportamientos disruptivos en los niños, así como su exposición a ciertos contenidos digitales, pueden ser puertas de entrada para entidades demoníacas, lo que justificaría la necesidad de un exorcismo. Esta interpretación, sin embargo, carece de fundamentos científicos y se basa en una percepción espiritual de los problemas de conducta.
La discusión sobre las supuestas posesiones demoníacas no es nueva y se remonta a textos antiguos como el «Compendium Maleficarum» del monje italiano Francesco Maria Guazzo. A lo largo de los siglos, expertos en psicología y psiquiatría han identificado muchos de estos comportamientos como manifestaciones de trastornos de la personalidad disociativos, malinterpretados frecuentemente como intervenciones sobrenaturales.
En el contexto cubano, los exorcismos no son exclusivos de la iglesia católica o las congregaciones evangélicas; prácticas similares se encuentran en religiones de raíz africana presentes en la isla. Sin embargo, la realización de exorcismos en menores plantea serias preocupaciones sobre su impacto en la salud mental de los afectados.
Desde una perspectiva científica, se aboga por un enfoque médico y psicológico para abordar los problemas de comportamiento y salud mental en niños y adolescentes, en lugar de recurrir a rituales religiosos. La distinción entre creencias espirituales y necesidades de salud es fundamental para garantizar el bienestar y la seguridad de los más jóvenes.