La crisis energética en Cuba ha alcanzado un nuevo nivel con la paralización de las «patanas turcas», centrales flotantes de generación eléctrica, debido a la escasez de combustible en el país. Estas estructuras, vitales para la producción de electricidad, se encuentran fuera de servicio, a pesar de que su alquiler diario implica pérdidas millonarias para el gobierno.
Según un comunicado oficial de la Unión Eléctrica (UNE), actualmente cinco de las seis patanas turcas se encuentran inactivas, lo que representa un déficit significativo en la capacidad de generación eléctrica del país. Este contratiempo se suma a otros problemas, como la salida de la termoeléctrica Antonio Guiteras por labores de mantenimiento y diversas averías en otras unidades de generación.
La situación se agrava aún más con el pronóstico de un déficit de 1.255 MW para el horario pico, lo que podría significar apagones que afecten hasta el 40% del territorio nacional durante ese periodo. Este escenario presenta un desafío crítico para las autoridades cubanas, quienes enfrentan la presión de una población preocupada y frustrada por la falta de soluciones concretas.
Las reacciones de los cubanos ante esta crisis energética reflejan su profundo malestar y descontento. Algunos, como Leo Franco Perna, instan a la población a expresar su descontento en las calles, sugiriendo que la presión pública podría acelerar una respuesta por parte del gobierno. Otros, como Ailyn Iglesias Romero, expresan su temor por un futuro aún más difícil, especialmente durante los meses de verano.
Las críticas hacia la gestión de la crisis también son evidentes, como lo demuestra el comentario de Orlando Rodríguez Mederos, quien denuncia la incapacidad y la falta de compromiso de las autoridades para abordar efectivamente esta situación. Estas opiniones reflejan la urgencia de encontrar soluciones efectivas que mitiguen el impacto de la crisis en la vida diaria de los cubanos y restauren la estabilidad energética en el país.
