En el famoso Cementerio de Colón en La Habana, lugar de descanso final de muchas de las figuras más notables de Cuba, se encuentra una tumba única que captura la esencia de una de las pasiones nacionales: el dominó. Este juego, arraigado en la cultura cubana casi tanto como el béisbol y el fútbol, tiene un monumento inesperado en este camposanto: la tumba del dominó.
Sorprendentemente, no es la memoria de un hombre aficionado al juego la que se honra con la representación de la ficha del doble tres, sino la de una mujer, Juana Martín de Martín. Esta cubana no solo era una entusiasta del dominó, sino también una jugadora excepcional, conocida por su destreza y su aversión a la derrota. Para Juana, cualquier momento era perfecto para iniciar una partida, y no dudaba en convocar a amigos para compartir el tablero, incluso cuando las circunstancias no eran las más propicias.
El dominó, por su naturaleza, es un juego que fomenta la camaradería y fortalece los lazos entre los jugadores. Sin embargo, también es cierto que puede ser fuente de tensiones, ya que las estrategias individuales a menudo dependen de las jugadas de los demás, lo que puede llevar a frustraciones cuando las cosas no salen como se esperaba.
Cuenta la leyenda, narrada por el cronista Ciro Bianchi, que Juana, apodada «La Vieja del Doble Tres», sufrió una trombosis cerebral justo en medio de una partida, incapaz de soportar la tensión de un juego que no se desarrollaba según lo previsto.
Se dice que el fatídico encuentro tuvo lugar el 12 de marzo de 1925, cuando una partida que comenzó con promesa para Juana tomó un giro inesperado. Con pocas fichas en juego, Juana se preparaba para ganar la partida con su estratégica ficha del doble tres. Sin embargo, un movimiento sorpresivo de uno de sus oponentes cambió el curso del juego, dejándola en una posición desfavorable y provocando su repentina muerte.
Los testigos de aquel trágico día relatan que, incluso en sus últimos momentos, Juana se aferraba a la ficha del doble tres, símbolo de su inminente victoria que nunca llegó a concretarse.
Este detalle conmovedor inspiró a sus hijos y familiares a rendirle un homenaje eterno en su tumba. En la losa de mármol que cubre su sepulcro se grabó la partida, con una diferencia crucial: en esta versión eternizada, Juana logra colocar su anhelada ficha del doble tres, que ahora adorna su tumba como una jardinera, sellando su legado como la Dama del Dominó y recordando a todos la pasión que la definió en vida.