La casi desconocida de cuando el ajedrecista cubano José Raúl Capablanca enfrentó en una partida a un extraterrestre

Redacción

Dentro del vasto universo de anécdotas que rodean al ajedrez, existe una particularmente encantadora que involucra a José Raúl Capablanca, el célebre maestro cubano del ajedrez. Según esta leyenda, Capablanca tuvo el privilegio de enfrentarse en el tablero a un contrincante venido de las estrellas: un ser de otro planeta.

La historia comienza con Capablanca, quien con paciencia y claridad, introduce al extraterrestre en los fundamentos y reglas del ajedrez. A medida que la partida se desarrolla, ambos contendientes despliegan una destreza formidable, ejecutando cada jugada con una precisión y táctica envidiables.

En el clímax de este duelo, el visitante intergaláctico, manejando las piezas negras, logra promocionar uno de sus peones. Recordando las instrucciones iniciales de Capablanca, el ser de otro mundo solicita una pieza poco convencional al alcanzar la octava fila: un segundo monarca negro.

Capablanca, desconcertado y algo incrédulo, intenta razonar con su oponente, quien se mantiene firme en su decisión, argumentando que estaba en su derecho de elegir cualquier pieza según las reglas establecidas. Este detalle, aparentemente menor, desbarataba el jaque mate que Capablanca tenía en mente, y ahora, para complicar más las cosas, debía lidiar con dos reyes adversarios en el tablero.

Pero el ingenio de Capablanca no se dejó amedrentar. Ante esta situación inédita, el maestro cubano promociona a su vez un peón blanco y, para asombro del extraterrestre, pide un tercer rey negro. Este movimiento inesperado desconcierta al visitante de otro planeta, y tras un par de jugadas maestras adicionales de Capablanca, otro peón blanco es coronado, esta vez eligiendo una reina blanca que amenaza simultáneamente a los tres reyes negros, culminando en un espectacular jaque mate triple.

Aunque esta partida cósmica es más un producto de la imaginación que un hecho verídico, se ha convertido en una metáfora del ingenio y la creatividad en el ajedrez. La habilidad de Capablanca para adaptarse y superar un desafío tan inusual se ha erigido como un emblema de la capacidad humana para innovar y trascender los límites convencionales, celebrando así la eterna y universal belleza del ajedrez.